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Acredita el dicho que las carabelas disponían de piezas de mayor calibre que los dos ribadoquines entregados por Narváez, pues que éstos no se comprendían en el nombre general de lombardas, aplicado á las grandes.

La última cuenta era de tal modo aproximada á la verdad, que avistada la isla Guanahaní al cabo de treinta y tres días de viaje y de un trayecto de más de mi leguas; trazando la derrota en carta de las modernas, resulta error no ya pequeño, considerado el tiempo y los elementos de que las carabelas disponían, sino sorprendente hoy mismo con todos los adelantos conseguidos.

Mucho confiaba en su criterio y en su autoridad para imponerlo á los pilotos, pues lo mismo que él podían apreciar la velocidad de las carabelas por rutina, y mejor debían de conocer las propiedades de barcos de su pertenencia en que antes habrían navegado.

Durante los siglos XV y XVI era frecuente pintar en las velas figuras de adorno prefiriendo las de los santos patronos de España y de los navegantes, ó las armas y blasones, pero la cruz era lo más común, y se manifiesta en el grabado de las carabelas de Colón que se hizo en Roma el año 1493.

Y de todos los extremos de la Península, siguiendo rutas convergentes como las varillas de un abanico, estos alegres romeros de la aventura y la ilusión venían a unirse con una firme amistad, tal vez por toda la existencia, al pie de las carabelas y galeones que se balanceaban pesadamente en la desembocadura del Guadalquivir esperando el lombardazo de partida.

Según he leído, en el primer viaje de Colón ya se embarcaron dos en las carabelas, y desde entonces no han cesado de ir.

La carta ó mapamundi de Juan de la Cosa, documento fehaciente como obra del maestre y propietario de la nao capitana de Colón, representa á las carabelas en la tierra nuevamente descubierta, ostentando en el palo mayor el estandarte real de Castilla, que era de figura rectangular con las puntas exteriores redondeadas, en forma de escudo; cuartelado de rojo y blanco, con castillos de oro y leones de gules.

Con estos antecedentes es de conjeturar que el de las carabelas en su viaje de descubrimiento era un cuerpo de ladrillo de forma cúbica con aristas de hierro, hornillas y tierra en el fondo, semejante á los que en Andalucía se llaman anafres. Como en las naos iba sobre cubierta, hacíasele un tambucho sin abrigo en forma de tienda.

Parece deducirse de estas noticias que al emprender las carabelas de Palos su viaje, la artillería no era numerosa en los bajeles, y las confirma una cédula de los Reyes Católicos, del año 1505, mandando entregar 10 lombardas, las dos grandes y las ocho pequeñas para la carraca de Iñigo de Artieta, general de la Armada de Vizcaya que estuvo en Cádiz al emprender Colón la descubierta, por si necesario fuera protegerla.

La comisión llama siempre Nao á La Santa María, fundada en varias razones de las que apuntamos alguna como justificación de ello; véanse aquí: Escribió el almirante Colón en una de sus memorias: «vine á la villa de Palos, que es puerto de mar, adonde armé yo tres navíos muy aptos para semejante fecho...» En el Diario extractado por el P. Las Casas distinguió entre estos navíos dos especies, como indican los siguientes párrafos: «Domingo 14 de Octubre: En amaneciendo mandé aderezar el batel de la «nao» y las barcas de las carabelas y fuí al luengo de la isla...»