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Actualizado: 11 de junio de 2025
La barda de cal y canto estaba ruinosa y desconchada; los bancos derruidos y desportillados; y los naranjos que circundaban la fuente, anémicos, devorados por las hormigas. En un arriate, el único que parecía tal, algunas plantas frondosas y lucientes, enflorecidas y galanas.
Las paredes altísimas, simplemente enjalbegadas de cal, desaparecían en unas piezas bajo filas de cuadros antiguos, y en otras detrás de ricas colgaduras de colores vivos que el tiempo no lograba apagar.
Desde luego no es un mundo de cal y canto como el que han ido construyendo los hombres para nido de sus vanidades dispendiosas y malsanas; es un compuesto de primores de la naturaleza en su más dulce reposo: auras de Mayo, rosas, follaje, pájaros..., ¡qué sé yo!, y, sobre todo ello, y para alumbrarlo, vivificarlo y embellecerlo, la Luz de mis ilusiones, del hada de aquellos encantados jardines.
El Magistral le siguió, para ocultar su deseo de llegar al Espolón cuanto antes. Eran ellos, en efecto. En medio de la capilla, don Saturnino sudando copiosamente, cubierta la levita de telarañas y manchas de cal, rojo el rostro, cárdenas las orejas, arengaba a su auditorio, con un brazo extendido en dirección de la bóveda.
En seguida se señala egido suficiente para pastos comunes, y aguadas de la bestias de servidumbre á la poblacion, cuyos marcos ó mojones serán unas columnas firmes, gruesas, de cuatro varas de alto, de cal y canto, ó ladrillo y cal.
Los padecimientos ocasionados por el carbonato de cal, se agravan en el tiempo húmedo, por la esposicion al aire libre, por la presion en los puntos dolorosos, y tambien despues de comer, estando sentado ó acostado, y en fin, por la noche y por la mañana.
No echó de ver siquiera la ridiculez del mausoleo, construido con piedras y cal, decorado con calaveras, huesos y otros emblemas fúnebres por la inexperta mano de algún embadurnador de aldea; no necesitó deletrear la inscripción, porque sabía de seguro que donde se había detenido la mariposa, allí descansaba Nucha, la señorita Marcelina, la santa, la víctima, la virgencita siempre cándida y celeste.
Y las medias quedaron lavadas, y se trajo el azúcar y se limpió el espejo; pero, entonces, faltaron fósforos y hubo que poner un remiendo. En el patio de la cocina, el último de la casa, tan frío que la humedad trazaba verdosos arabescos en la pared sin cal, trabajaba la chica febrilmente.
Los viejos recitantes populares declamaban con heroicos manoteos las octavas épicas del Tasso. Sonaban arpas y violines acompañando la última romanza que Nápoles había puesto de moda en el mundo entero. Los puestos de los ostricarios esparcían un perfume orgánico de ola muerta. En torno de ellos, las conchas vacías de las ostras destacaban sobre el barro los redondeles de su cal nacarada.
El carbonato de cal y la belladona son útiles en un tratamiento de este género, por distintos motivos que el cobre, y los tres se completan mútuamente. El zinc cubre mejor que ninguno otro los gritos y prodromos de una epilepsia, por cuya razon puede estar indicado y ser uno de los medicamentos en un tratamiento semejante.
Palabra del Dia
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