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Cancha-Rayada viera con denuedo A los héroes de Mayo caer vencidos, Pero sin dar cabida al torpe miedo Alzaron sus pendones abatidos, Al cielo sus espadas elevaron Y en sus hombros la patria sustentaron.

La irresolución y las dolencias de Enrique IV, la conducta disipada de la reina, las discordias de ambos cónyuges, y las consiguientes parcialidades de los grandes, convirtieron á la corte y al reino en un teatro de anarquía, en el cual apenas tenían cabida la ilustración y la cultura.

A los quince años era tan grande y tan fuerte como ahora, y no faltaba de vez en cuando algún joven campesino galante que me dijera que yo era muy bonita, mucho más bonita que todas las otras, y que Marta en particular. Eso me chocaba, pues todavía la vanidad no tenía cabida en . En esa época soñé una noche que Marta había muerto.

Quiero creer que no son los celos, que no es el odio, lo que hace que usted desestime tanto a ese hombre; admito que los buenos sentimientos no tengan cabida en el Príncipe y que, en realidad, éste sea capaz de un delito vulgar. No cabe duda de que, sin que en ello entre la voluntad de usted, el amor propio le sugiere tal razonamiento: eso es lógico.

La idea de que entre dos seres que habían sido el uno del otro no existiera ya nada, nada; de que yo era peor que un extraño para ella, no encontraba cabida en mi mente. Y la voz secreta me decía: «Antes, creías que el amor fuera el encuentro fugaz de dos caprichos, antes te reías de los lazos indisolubles...»

Cármenes, que en los certámenes de Vetusta se llevaba todas las rosas naturales, no podía conseguir que sus versos tuvieran cabida en las prensas madrileñas; y eso que empleaba en las cartas con que recomendaba las composiciones, la finura del mundo.

Como el sagrado edificio estaba tan lleno que no podía dar cabida á ninguna persona más, se situó junto al tablado de la picota, hallándose lo bastante cerca de la iglesia para poder oir todo el sermón como si fuera un murmullo vago, pero variado, lo mismo que el débil acento de la voz peculiar del ministro. El órgano vocal del Sr.

La percepción del panorama es tan instantánea y la grandiosidad del conjunto tan colosal, que el espíritu se sobrecoge ante aquella maravilla, no dando por largo tiempo cabida más que á una muda al par que profunda admiración. Las proporciones del cráter son colosales.

Esto es bastante para hacernos suponer que la naturaleza más feliz, el hombre más contento con su suerte, tenía que dar cabida á un dolor suficiente para engendrar cierto sentimiento de melancolía. ¡Nada de esto con nuestro anciano empleado!

En ella toda una «trouvaille» para dar lógica cabida a los elementos que indicara Aristarco... Traduciéndola al pobre lenguaje de mortales, resultaba una historia conmovedora... La princesa Belisa era bella y sentíase sin embargo desgraciada, porque su padre el rey había resuelto casarla con el príncipe Lejano.