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Que es un infame, señora. ¿Quedará sin castigo? No quedará exclamé arrebatado por la ira. D. Pedro del Congosto dio algunos pasos, púsose delante de doña María, y alzando el brazo, con voz y gesto que al mismo tiempo parecían trágicos y cómicos, habló así: Señora doña María... ¡esta noche!... ¡a las once!... ¡en la Caleta!

Su madre sacudía entonces la cabeza, terrible, amenazadora como una euménida; el ingenioso Sánchez bajaba la suya, sometiéndose a aquel castigo, pero satisfecho en el fondo de sus lóbulos cerebrales de haber sacrificado una hija en el altar de la ciencia, no en el del fanatismo metafísico.

A esta angustia de las entrañas se agregaba la zozobra del ánimo, la honrosa inquietud de verse marcado por la sospecha, tan sólo, del Santo Oficio, o de atraer el castigo del poder sobrehumano del Rey. Y entretanto parecía que el mismo viento murmurase calumnias y que la delación se agazapara bajo el lecho en que se dormía, entre los pliegues de las antepuertas, en el rincón de los oratorios.

Si en esta vigilancia decaía un punto, el castigo venía inmediatamente; pero no el castigo como quiera, el golpe pasajero, el estirón de orejas; no. El castigo era meditado con ensañamiento, procurando herir donde más doliera y donde más durase el dolor.... Los vecinos habían acudido más de una vez a los lamentos de la infeliz criatura; habían increpado a la madre desnaturalizada.

CABEZA DE VACA, cap. 74 y 75; y se admira BARCO, canto 5, de que en España se tolerase sin dar el castigo correspondiente: y mas, habiendo absuelto el Consejo á Cabeza de Vaca, de que tanto le imputaron.

Quería aceptar, casi sufrir, ¿no es cierto? como un castigo merecido, hasta el último, las consecuencias de su error... Pero si eso le había sido posible antes de conocer a usted, ¿cómo no recuperó su libertad el día que otra esperanza la sonrió? , ¿por qué no la recuperó? replicó Vérod, como hablando consigo mismo. ¿Usted no sospechó el motivo? Ella misma me lo dijo. ¿Y fue?...

Cuando mi hija se presentó en casa en el lastimoso estado en que usted pudo verla, invoqué a Dios, pidiéndole el castigo de ese verdugo de nuestra honra.

El remedio es infalible, pero hay que llevar el agua bendita á la parte dolorida ó enferma, decía. Pero muchos hombres no creían en estas cosas ni atribuían la prision de Basilio á castigo de Dios.

1 Oíd, hijos, el castigo del padre; y estad atentos para que sepáis inteligencia. 2 Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley. 3 Porque yo fui hijo de mi padre, delicado y único delante de mi madre. 5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las razones de mi boca; 6 no la dejes, y ella te guardará; ámala, y te conservará.

De ahí lo llevaron á la plaza del castillo, donde pasaba el Visorrey, haciéndole guardia hasta el día, para que le vieran los que salían y entraban. Esto indinó muy mucho la gente de guerra, por lo que sucedieron muertes y se vinieron á poner carteles, sin que se hiciese castigo ni demostración dello.