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Actualizado: 28 de junio de 2025
Ca aunque su celo es santo é bueno, débese mirar que con sus sermones é pláticas non conmueva al pueblo contra los judíos, cá aunque son malos é perversos están debajo de mi amparo é real poderío, é non deben ser agraviados; si non castigar por términos de justicia en lo que delinquieren, é yo así lo mandaré facer .
La condesa fue a echar mano al papel con grande prisa, pero el ministro lo retiró al punto, diciendo brutalmente: ¡Ca!... Esta no la suelto yo ni un momento; pero ahora mismo la oirá usted de cabo a rabo. Y poniéndose las gafas sobre la frente, porque era miope, comenzó a leer la carta.
¿Le habrá hecho a V. daño el cigarro? le preguntó Miguel. ¡Cá, no señor!... No comprendo lo que pudo ser... Acaso el ron que me dieron estaría malo. Sin embargo, el cigarro... V. escupía mucho... No señor, no; estoy acostumbrado. Viéndole aún bastante pálido y desfallecido, Miguel llamó a un coche de punto, le hizo subir a él y le condujo a su casa, situada en la calle del Sacramento.
Se me figura, dije yo, que va a salir el reo. ¡Ca! No, señor, no tenga V. cuidado; hasta las ocho menos cuarto en punto no hay quien los menee. Echan un cuarto de hora pa llegar al campo; pero ¡buen cuarto de hora te dé Dios! El campo no está aquí a la vuelta; y como van a paso de carreta... ¿Qué hora es, caballero? Hágame el favor de mirar el reló. Las ocho menos veinticinco.
Que en tiempos de escasez padezca hambre el pueblo, el pueblo que trabaja, santo y bueno, pues para eso es pueblo...¡que se fastidie! pero los que están arriba, con sus graneros repletos, ¡ca! los lacayos del magnate nunca han dado más satisfacción a sus apetitos, ellos también.
Ahora me dan todas las tardes un buen platao de comida en ca el señor banquero, que vive mismamente de cara a la entrada por la calle de las Huertas, y vivo como una canóniga, gozando de ver cómo se le afila la jeta a la Caporala cuando la muchacha del señor banquero me lleva mi gran cazolón de comestible... En fin: con esto y algo que cae, vivimos, Doña Benina, y puede una chincharse en las ricas.
Casiguran se deriva de casugudan, cuya raíz es sugud, que significa esquina ó canto, y también el punto más saliente de la rada ó ensenada. Sugud anteponiéndole la partícula ca, y posponiéndole la de an resulta casugudan, que es pluralidad de cantos, esquinas, ó la parte más avanzada de la ensenada.
A lo ménos eso dicen los que lo entienden en la Corte, y así me lo pienso yo tambien cuando recapacito en mi viaje de Madrid á Valdemoro, que fué cosa de media hora. ¿Y qué espera el Gobernador que no nos echa un camino de esos para cada atajo? Pues si diz que no hay con qué. Ca! qué me cuenta Usté! Y las pesetas que nos tira el Estao? Y los estancos y las loterías?
Se hablaban de usté, lo mismo que usté y yo; ca uno pasó la noche por su lao; ni una mala mirada, ni una palabra fea. Desensia a toas horas... Y si usté quisiera que viniese Potaje, él le diría... Pero Carmen le interrumpió con una voz quejumbrosa cortada por suspiros.
Quedamos yo y la mujer, que no sal ya de la cama; los hijus, entre casaus y ausentis, lo mesmu que si no los tuviera; y a mí no me alcanza el tiempu pa ná con el quehacer que me dan los cuidaos ajenus... Porque, créame usté, señor don Marcelu, lo que pasó con el moriu que me ha vistu usté levantar, pasa aquí con las mil y quinientas a ca hora del día y de la nochi; y si no juera por el Tarumbu, créame usté don Marcelu, créame usté y no lo tomi a emponderancia: si no juera por el Tarumbu, la metá del vecindariu de Tablanca andaría por estus callejonis devorá por la jambre y en cuerus vivus.
Palabra del Dia
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