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Actualizado: 4 de junio de 2025


La verdad es que la niña no encontraría, por mucho que buscase, partido tan ventajoso como el de Ramoncito, un muchacho formal, en buena posición, con un porvenir en la política.... Aunque Alcántara parecía que hablaba en serio y expresaba las mismas ideas que al propio Ramoncito le bullían constantemente en la cabeza, éste recelaba, y con razón, de su buena fe.

Mil agentes bullían en Madrid, realizando, con maravillosos beneficios, esas combinaciones obscuras entre el Tesoro y los usureros, entre los servicios y las contratas, de que resultaban los únicos milagros del siglo XIX. Desde que le asaltaron estos pensamientos, Melchor ideaba todas las semanas un plan o arbitrio nuevo.

Aquello era club incipiente, redacción de periódico, academia parlamentaria, todo esto, y algo más. ¡Qué hervidero! ¡Cuántas pasiones, cuántas crisis, cuántas revoluciones, cuánta historia, en fin, bullían dentro da aquel pastel que acababa de ponerse al fuego!

Trabó amistad con otros jóvenes moluscos de los que más bullían, y éstos no tardaron en comunicarle la fiebre de cargos honoríficos que a ellos les devoraba.

Halagole la idea a nuestro joven viendo en ello un modo de despertar su actividad dormida y desahogar la mente de porción de ideas que allá le bullían acerca de los sucesos políticos y de los personajes que en ellos intervenían. Aceptó, pues, con júbilo, y Mendoza quedó encargado de dar los pasos necesarios para sacar la autorización, alquilar cuarto, buscar imprenta, etc.

Así que entró se me ocurrió que en su hermosa cabeza bullían ideas matrimoniales. Tenía treinta años; su estatura era suficientemente elevada para que Pablo a su lado, se transformase en pigmeo; era su expresión inteligente y altiva, y tal que nadie le hubiera otorgado la aureola de la santidad a primera ni a segunda vista.

Por todas partes había gran espesura de siempre verdes árboles; palmas, cocoteros, mangueras y enormes matas de bambúes. Innumerable multitud de luciérnagas o cocuyos volaban y bullían por donde quiera, durante la noche, e iluminaban con sus fugaces y fantásticos resplandores hasta lo más esquivo y umbrío de las enramadas.

Y tanto por el cariño que inmediatamente nació en su corazón, como por conceder un desahogo á las imaginaciones que desde hacía tiempo bullían en su cabeza, comenzó á ensayar en sus relaciones todo aquel conjunto de metafísicas amorosas y zalamerías aristocráticas de que estaban plagadas las novelas que más á menudo leía.

Era el mayor de diez hijos, entre mujercitas y varones, que tragaban y bullían bajo el techo paternal. Su padre poseía una cabaña, un pedazo de tierra, algunos castaños en el monte, media docena de cerdos, y dos brazos para cavar el terreno.

Pero, discretamente indicadas, le bullían en los labios las preguntas de tal modo, que Artegui se impuso la penitencia de narrarle todo la acaecido de pe a pa. Escuchaba él, refrenando con su práctica del mundo, la risa maliciosa que le asomaba a las facciones. Era evidente que al mozo calaverilla le divertía infinito el cómico percance conyugal del calaverón rancio.

Palabra del Dia

rigoleto

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