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Actualizado: 6 de mayo de 2025


También, ¡cómo esperar que en Bogotá encontraría una obra maestra como la bodega del Sr. Suárez! Los vinos, elegidos por él en Europa, habían triplicado de valor en su larga travesía, y cuando los degustábamos, sentíamos que aquel chisporroteo de espíritus nos impedía entregarnos a esa grave tarea con la seriedad necesaria. Poro, ¿cómo hacer?

He pasado seis meses en Bogotá; no si una vez más volveré a remontar el Magdalena y a cruzar los Andes al monótono paso de la mula; ¡pero, si el destino me reserva esa nueva peregrinación, siempre veré con júbilo los puntos de la ruta que conduce a la ciudad querida, cuyo recuerdo está iluminado por la gratitud de mi alma! El Salto de Tequendama. La partida. Los compañeros.

Si hubieran llegado pocos años después, las semicivilizaciones que encontraron en Méjico, en Bogotá y en el vasto dominio de los Incas, hubieran ya desaparecido. Todo hubiera caído en el estado salvaje, y tal vez los sacrificios humanos, el canibalismo y las guerras constantes de unas tribus con otras hubieran barrido de sobre la faz de aquel inmenso continente la degradada especie humana.

Fui allí y recibí la más cariñosa acogida de parte de la señora Mauri, que, junto con las aguas termales y un inmenso árbol de la plaza, constituye lo único bueno que hay en Villeta, según aseguran las malas lenguas de Bogotá. ¡Qué delicioso me pareció aquel cuartito, limpio como un campo, sereno, silencioso! ¡Había una cama! ¡Una cama, con almohada, sábanas y cobijas!

Dos pasajeros tan sólo se animaron a seguirnos: un joven de Bogotá y el profesor suizo que hacía su estreno en América de tan peregrina manera. Es necesario no olvidar que, cuando hablo de los vapores del Magdalena, me refiero a una clase de buques de que no se tiene idea en nuestro país, donde los ríos navegables son profundos.

El infeliz que a veces no sospechaba haberla inspirado, es un «pillo, un canalla, un ladrón, un asesino, un...» el diccionario entero de denuestos. «Ya lo que quiere decir, habría dicho P. L. Courrier: es que tenemos opiniones diferentes». Lo que los españoles y nosotros llamamos calavera, se llama cachaco en Bogotá.

Nunca he podido comprender tampoco por qué las iglesias que se construyen actualmente, se hacen pesadas, sin majestad y sin gracia, cuando se tienen modelos como esa maravillosa iglesia Votiva de Viena, a la que el desgraciado Maximiliano ha vinculado su nombre. Las iglesias de Bogotá son superiores a las nuestras de la misma época, si no en tamaño, seguramente en arquitectura.

Verdad que el caballo de la sabana de Bogotá es una especialidad; todos ellos son de paseo, y es imposible formarse una idea de la comodidad de aquel andar sereno, cuya suavidad de movimientos no se pierde, ni aun en los instantes de mayor agitación del animal. No tienen aquel ridículo braceo de los caballos chilenos, tan contrarios a la naturaleza; pero su brío elegante es incomparable.

Como los valles que la circundan son muy fértiles y están bien poblados de gente industriosa, resulta que una de las ventajas de la ciudad es la abundancia, variedad y buena calidad de los víveres que tiene. A pesar de sus muchos atractivos, Bogotá es poco visitada por viajeros a causa de la dificultad de acceso.

20. ¿Cuál es la unidad monetaria? 21. ¿Qué valor tiene? Descríbase la capital de Colombia. 23. ¿Cuáles son los principales puertos de mar? 24. ¿Cuáles son los medios de acceso a Colombia? Descríbanse los métodos de transportación. 26. ¿Qué es lo que compensa la falta de comodidades de viajar? 27. ¿Qué atractivos hay cerca de Bogotá? 28. ¿Por qué se ha dado a Bogotá el nombre de Atenas de América?

Palabra del Dia

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