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Actualizado: 15 de junio de 2025


Llegó la respuesta de Rocafort á Galípoli, y el infante no quiso determinarse sin el parecer de Berenguer de Entenza, y Fernan Jimenez, y de algunos otros capitanes bien afectos á su servicio, y de gran conocimiento de las trazas y designios de Rocafort.

En este mismo tiempo Berenguer de Entenza, después de su larga y trabajosa prision, y haber peregrinado en vano por las córtes de algunos príncipes de Europa, para dar calor á la empresa de los catalanes, llegó á Galípoli con una nave, y con quinientos hombres, gente toda de estimacion.

Berenguer de Rocafort se detenia en unos Castillos de Calabria, y reusaba el entregarlos al Rey Cárlos de Nápoles, hasta quedar enteramente satisfecho de lo que se le debia por razon de su sueldo.

Con esto Berenguer de Entenza se fué á Constantinopla, y luego acompañado no solamente de Roger, y de todos los de nuestra nacion, pero tambien de muchos Griegos principales, que en público profesaban nuestra amistad, entró en el Palacio Imperial.

Advirtieron luego los Genoveses por lo que oyeron platicar de los sucesos, que Berenguer habia tenido la mucha ganancia que les resultaria, y el gusto que darian al Emperador Andronico y á los Griegos, si prendiesen á Berenguer, y le tomasen sus galeras.

Con la noche y confusion del caso algunos de los nuestros llegaron á Galípoli libres, y solo dieron noticia de que dentro de sus casas, en sus alojamientos, habian sido acometidos de gentes militar y armada. Berenguer de Entenza, y los que estaban dentro de Galípoli, sabida la muerte de Roger, deguellan todos los vecinos de Galípoli, y el campo enemigo los sitia.

Llegaron á Cataluña, y dieron al rey su embajada; propusieron el agravio grande que se les habia hecho emprender debajo de y palabra á Berenguer su capitan, y continuar lo mal hecho alargando su libertad; que de parte de todos venian ellos á hecharse á sus pies, esperando de su clemencia, que olvidados los disgustos pasados, daria el remedio que conviniese, y buen despacho á su peticion.

Mandóle luego al Emperador llamar, y le envió coches y caballos para que entrase con mucha autoridad y honra, pero Berenguer ni quiso salir de los navíos, ni obedecer, pidiendo que el Emperador le enviase en rehenes á su hijo el Déspota Juan. Pareció esto mal así al Emperador, como á todos, pues no se fiaba de su palabra y juramento; y así le dejó muchos dias en los navíos.

El vando de Berenguer de Entenza, si con este medio no llegara á impedir el venir á las armas, se hubiera sin duda perdido porque al de Rocafort seguia la mayor parte de los Almugavares, y todos los Turcos y Turcoples, por haber jurado fidelidad en manos de Rocafort, á quien ciegamente obedecían.

En Galípoli, aunque lejos, se sintió el ruido y voces confusas, con que los nuestros tomaron las armas, y quisieron salir á reconocer la campaña, y certificarse del daño que temian; pero Berenguer de Entenza y los demás Capitanes detuvieron el ímpetu de los soldados, que en todo caso querian que se les diese franca la salida; y como la obediencia de aquella gente no estaba en el punto que debiera, no se atrevió Berenguer á enviar algunas tropas á batir los caminos, y tomar lengua, porque temió que tras de ellas seguiria el resto de la gente, y quedaria Galípoli sin defensa, de cuya conservacion pendia la salud comun.

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