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Actualizado: 19 de junio de 2025


Mire usted dijo , hasta la fecha Barbacana no ha podido acabar con este cura, aunque me ha jugado dos o tres buenas.... Pero a jugarlas no me gana él ni Dios.... Sólo que a no se me ocurren las mejores tretas hasta que tocan a romper el fuego.... Entonces ni el diablo discurre lo que yo discurro.

Don Eugenio estaba inspirado, oportuno, bullanguero, ocurrentísimo en una palabra; había que oírle remedar los aullidos y la caída de los ebrios en el lodo de la calle, y el gesto que ponía el cura de Boán al majar en ellos. Barbacana se quedó solo con el Tuerto.

A veces, en Portugal, reciben nuevas de infidelidades conyugales, y, pasando la frontera una noche, acuchillan a los amantes dormidos: éste fue el crimen del Tuerto protegido por Barbacana, cuya historia había contado también Juncal. No obstante, las hembras de Castrodorna suelen ser tan honestas como selváticas.

Díjolo en tono tan sincero y sencillo, que el médico amainó por algunos instantes. Si todos fuesen como usted, don Julián.... Yo soy el último, el peor. No se fíe usted en apariencias. ¡Quiá! Los demás son buenas piezas, buenas..., y ni con la revolución hemos conseguido minarles el terreno.... Le parecerá a usted mentira lo que amañaron estos días para dar gusto a ese bandido de Barbacana....

Tengan miramiento, hombre, tengan miramiento... murmuraba el arcipreste difícilmente, extendiendo las manos como para calmar los ánimos irritados. Barbacana no se opuso a la hazaña; al contrario, pasó a otra estancia y volvió con un haz de junquillos, palos y bastones.

Figúrese usted refirió el médico que Barbacana tiene a sus órdenes otro facineroso, un paisano de Castrodorna, conocido por el Tuerto, que va y viene a Portugal a salto de mata, porque una noche cosió a puñaladas a su mujer y al amante.... Hace poco parece que le echó mano la justicia, pero Barbacana se empeñó en librarlo, y tanto sudaron él y los curas, que el hombre salió bajo fianza, y se pasea por ahí.... De modo que, a pesar de los pesares, nos tiene usted como siempre, mandados por el infame Barbacana.

Don Eugenio, al ver aguada la sobremesa, optó por levantarse, proponiendo a Julián que saliesen a tomar el fresco en la huerta: algunos clérigos se alzaron también, anunciando que iban a echar completas; otros se escurrieron en compañía del médico, el notario, el juez y Barbacana, a menear los naipes hasta la noche.

Así las cosas, empezó a notarse que Primitivo, el montero mayor de los Pazos, venía a Cebre muy a menudo; y como allí se repara todo, se observó también que, además de las acostumbradas estaciones en las tabernas, Primitivo se pasaba largas horas en casa de Barbacana.

No pronunció el Tuerto palabra; únicamente su ojo verdoso se encendió con fosfórica luz, y miró a Barbacana, como pidiéndole permiso de tomar parte en la empresa. Barbacana hizo con la cabeza señal afirmativa, pero le indicó al mismo tiempo que guardase la navaja.

Nada de eso replicó perentoriamente Barbacana . Estos señores se vuelven cada uno a su casa. No hay cuidado ninguno. A ... me basta con este mozo añadió señalando al Tuerto, agazapado otra vez en su rincón. No fue posible reducir al cacique a que aceptase la guardia de honor que le ofrecían. Por otra parte, no se notaba síntoma alguno de que hubiese de alterarse el orden nuevamente.

Palabra del Dia

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