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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Juanito miraba a la joven con tierna simpatía. ¡Era tan buena muchacha...! Para convencerse, bastaba verla por la calle con el velo caído sobre los ojos bajos, andando con paso menudo y gracioso, arrimada siempre a la pared, como si quisiera evitar la atención de los transeúntes. Su belleza no era gran cosa.

En el lado opuesto estaba el anexo, un jardín cortado por terrazas que descendían hasta el mar, y en dichas terrazas había mesas al aire libre ó casitas de techos bajos con las paredes cubiertas de enredadera. Estas construcciones tenían ventanas discretas, abiertas sobre el golfo á gran altura, que no permitían ninguna curiosidad exterior.

Tengo entendido que, cualquiera que fuese la bondad de su carácter, cualquiera la facilidad con que se le podían acercar, altos o bajos, quienes desearan abordarlo, no fue, sin embargo, un hombre alegre. No podía serlo, puesto que tenía la obsesión de una triste idea, la idea de una misión dura y difícil, no solo para él, sino también para sus compatriotas.

Al Oeste y asombrándolo todo con sus moles, Peña Sagra y los Picos de Europa separados por el Deva, cuya profunda y maravillosa garganta se distinguía fácilmente en muchos de sus caprichosos escarceos entre los peñascos inaccesibles y fantásticos de una y otra ribera; y más allá del Deva, en sus valles bajos, según iba informándome don Sabas, con el laconismo y el modo con que señala el maestro de escuela con una caña en un cartel las sílabas a sus educandos, una buena parte de la provincia de Asturias.

En las barberías de los barrios bajos hablaban de él con entusiasmo, profetizándole los mayores triunfos. El héroe andaba de taberna en taberna bebiendo copas y engrosando el núcleo de partidarios.

Esta, hinchando enormemente las ventanillas de la nariz, los ojos bajos, el resuello fatigoso, oía y se amordazaba y contenía sus ganas furibundas de hacer o decir cualquier disparate.

Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián... mejor será decir la iglesia... dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilándolos por la calle de Cañizares; con la otra al señorío mercantil de la Plaza del Ángel.

La Puerta del Sol estaba ocupada militarmente; muchos soldados, muchos cañones y al mismo tiempo mucho silencio: la gresca andaba por los barrios bajos.

Hace un momento me han entregado otra en caracteres de imprenta, que se expresa con más claridad: «Un amigo, que se interesa por usted, se cree en el deber de advertirle que está usted burlado por una coqueta. Al buen entendedor...» La denuncia es tan formal como cobarde. Esos bajos ataques no merecen más que desprecios y he echado al fuego los dos papeles infames...

¡Ah, pecador de -respondió don Quijote-, y qué mal parece en los gobernadores el no saber leer ni escribir!; porque has de saber, ¡oh Sancho!, que no saber un hombre leer, o ser zurdo, arguye una de dos cosas: o que fue hijo de padres demasiado de humildes y bajos, o él tan travieso y malo que no pudo entrar en el buen uso ni la buena doctrina.

Palabra del Dia

ciencuenta

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