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Actualizado: 25 de junio de 2025
A otros curas les he oído muchos casos semejantes, ya de acusarse de haber faltado al precepto de la misa más veces que los días a que están obligados en el año, otros en haber quebrantado el ayuno en mayor número que les obliga, y de algunos que han confesado pecados que moralmente es imposible que ellos los hayan cometido, y que examinándolos bien hallan ser mentira fraguada para confesarse de algo, por no tener hecho examen, o no querer confesarse de lo que verdaderamente han hecho, y parecerles que el padre no los ha de creer si no se acusan de muchos y graves pecados.
Tirso decía las frases expiatorias y ellas contestaban a una. Por mis pecados, por los de mis padres, hermanos y amigos; por los del mundo entero, perdón, Señor: y ellas repetían: Perdón, Señor. Por las blasfemias, por la profanación de los días santos, perdón, Señor... Perdón, Señor. Por la desobediencia a la Santa Iglesia, por la violación del ayuno. Perdón, Señor.
Dijérase que había pasado, no una semana de meditación, sino muchos meses de ayuno; la noble y aguileña faz, tan enjuta, que casi era traslúcida; el cuerpecillo, tan reducido y descarnado, que apenas gravitaba sobre el suelo.
Buscó y rebuscó Isidora en todos los bolsillos, gavetas y huecos, porque recordaba que en otra ocasión parecida había encontrado de repente una moneda de oro olvidada en el fondo de un cajón de la cómoda; mas ninguna moneda de plata ni de oro apareció aquella vez, con lo que se dio por vencida, y resolvió que la cena fuese una modesta colación, más propia de día de ayuno que de noche de Navidad.
3 Y en cada provincia donde el mandamiento del rey y su ley llegaba, tenían los judíos grande luto, y ayuno, y lloro, y lamentación; cilicio y ceniza era la cama de muchos. 4 Y vinieron las doncellas de Ester y sus eunucos, y se lo dijeron; y la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a Mardoqueo, y hacerle quitar el cilicio de sobre él; mas él no los recibió.
Aunque se sentía débil, no quiso, sin embargo, en cuanto su indisposición se lo permitía, renunciar al ayuno; hasta se disciplinó con su rigor ordinario. Al obscurecer de este día salió para asistir á unas conferencias en el colegio de los escoceses; allí se aumentó su malestar; fué llevado á su casa, y se vió obligado á descansar en su lecho. Su enfermedad fué declarada grave en seguida.
Sólo se reunían a la hora de la mesa y cuando él no salía a la calle no permitía el menor ruido, ni que tocaran el piano las niñas; las ventanas debían estar siempre cerradas y la puerta no se abría, sino a muy contadas personas. Ni visitas, ni teatros; muy pocos paseos; ningún vino en las comidas y ayuno todos los viernes y demás días de abstinencia.
Palabra del Dia
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