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En nuestro país la religión toma formas curiosísimas; se infiltra por todos los rincones de la vida social: en la escuela, en el hogar, en el gobierno, en la administración, en la ley. Y atisba con ojo avizor el momento propicio para reconquistar la posición perdida.

Arrójale también antes de entablar la lucha, sus efluvios paralizadores, entorpecedores, un magnetismo que hace innecesario el combate. Su fuerza es doble. Al poder mecánico de sus brazos-ventosas que enlazan, inmovilizan, añadid la fuerza mágica de ese rayo misterioso; añadid un oído muy fino y el ojo avizor. Miedo cerval se apodera de nosotros al pensar en él.

No nos moveríamos de aquel sitio, si el amo, el imperioso soberano de la playa no nos expulsara por medio del flujo. Al día siguiente, uno se encamina al mismo punto. Es aquello la escuela, el museo, el insaciable divertimiento para el hijo y la madre. Allí el ojo avizor de la mujer á la par que su tierno corazón, adivinan cuanto pasa sin escapárseles el menor detalle.

Pero dejando a un lado alabanzas, diré en cifra y resumen, que Acevedo, lo mismo que Carvallo, quiso llevarlo todo por la tremenda, y que prevenidos a tiempo mis dos escuderos, que andan siempre alerta y ojo avizor, aun antes de que Acevedo y Tiburcio desenvainasen las espadas, se apoderaron de Acevedo, y con el auxilio de Teletusa y de vuestro doncel, le ataron chistosamente abrazado a la vieja Claudia y traspusieron con ellos al desván, donde se los encontrará el Sr.

Bien merece el prestigio de casacas de seda, con una espada al cinto y un chambergo en la frente. Así podría abrir camino a cintarazos al paso de su potro que corre como el viento mientras, acongojada, desmáyase en sus brazos una dama arrancada al dolor de un convento. Y en el seno tranquilo de la noche sombría, con el ojo avizor, su fuga seguiría hasta que el nuevo sol derramase su brillo.

Lo que era una catarata de mala crianza, según doña Paula, la madre del Provisor, que nunca había querido pagarle las visitas. Pero catarata, cascada, torbellino, todo lo era con cuenta y razón. Su aturdimiento era obra de un estudio profundo y minucioso: se aturdía mientras su ojo avizor buscaba la presa... algún dije, una golosina, cualquier cosa menos dinero.

Con ayuda de su microscopio había escrutado las innumerables células nerviosas de varios animales, siguiendo con ojo avizor la inmensa red de fibras que de ellos parten. Luego había obtenido algunos cerebros humanos y había hecho lo mismo. Conocía las piezas de la máquina. En aquella vasta ciudad de células gustaba de pasear a menudo y seguir la intrincada red de sus caminos y senderos.