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Actualizado: 13 de junio de 2025


Los periódicos españoles hablan poco de las cosas de fuera de casa, y sólo dos veces encontró en ellos el nombre de guerra de Leonora, al dar cuenta de sus triunfos artísticos. Había cantado en París, como una artista francesa, asombrando la pureza de su acento; había estrenado en Roma una ópera de un joven maestro, preparada por el reclamo editorial como un gran acontecimiento.

Unos enviaban sus hijos á Francia; otros á Suiza; el vecino de más allá, guiado por el deseo de excitar la envidia del compañero, empaquetaba su descendiente para Inglaterra: alguno llegaba hasta Alemania, y todos volvían de allá revolucionando las minas con sus cuellos y corbatas, haciéndose admirar por los trajes, y asombrando á sus madres con la costumbre del tub, del baño diario, del duchazo á cada momento, lo que escandalizaba á unas gentes que en su juventud dormían vestidas.

En el vértice del pezón estaba el antiguo lugar de delicias; y el Orinoco, que endulzaba el mar, asombrando a los navegantes con su sábana inmensa, era uno de los cuatro ríos que descendían del Paraíso. Fernando y su amigo, que hablaban de estas fantasías del Almirante paseando por la cubierta, se detuvieron ante las ventanas del gran salón.

Ella era igual a aquellos hombres sencillos que olvidaban sus ocupaciones para buscar a Luna, con el ansia de oír de su boca cosas nuevas. Gabriel era el mundo moderno que durante muchos años había pasado lejos de la catedral, sin rozarla siquiera, y entraba por fin, asombrando y conmoviendo a un puñado de seres que aún vivían en el siglo XVI.

Se vistió alegremente, con una excitación nerviosa que parecía aumentar el vigor de sus brazos y sus piernas. ¡Qué gozo poder correr por la arena amarilla, asombrando con sus gallardías y atrevimientos a una docena de miles de espectadores!... Su arte solo era verdad: lo que proporciona entusiasmos de muchedumbres y dinero a granel.

Poderoso gemido exhalaba la llanura al percibir los signos precursores de la tormenta. Dijérase que el mal, evocado por la voz de su adorador, acudía, se manifestaba tremendo, asombrando a la naturaleza toda con sus anchas alas negras, a cuyo batir pudieran achacarse las exhalaciones asfixiantes que encendían la atmósfera.

Palabra del Dia

rigoleto

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