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La posesión de doña Clara no podía hacer que yo olvidara, que yo arrojara de esta fascinación poderosa que me causáis... Ya que hemos llegado á , decidme, decidme, ¿qué impresión causé en vos?

Se representó también las graciosas actitudes de Lucía Moreno, con sus grandes ojos llenos de fina sensualidad y de malicia; y luego vio la ruidosa escena en que Carmen escapara al vestíbulo y arrojara a las manos de Julio el diario de Laura.

La tragedia de su padre se juntaba en su pensamiento a otras historias oídas en la reserva de alguna confidencia. Su abuelo, un hombre piadoso y sensual, se había dejado matar, sorprendido en la alcoba de su amante, por faltarle la voluntad de herir con la espada que el marido caballeresco le arrojara a las manos.

El Magistral pensó por su parte al ver a don Álvaro: «¡Si yo me arrojara sobre este hombre y como puedo, como estoy seguro de poder, le arrastrara por el suelo, y le pisara la cabeza y las entrañas!...». Y tuvo miedo de mismo. Había leído que en las personas nerviosas, imágenes y aprensiones de este género provocan los actos correspondientes.

Su linda cabeza colgaba horriblemente. Su boca entreabierta dejaba ver dos hileras de pequeños dientes apretados por las convulsiones de la agonía. Sus ojos, que una mano piadosa no había cerrado a tiempo, parecían mirar la muerte con espanto. El puñal estaba en medio de la pieza, en el sitio en que le Tas lo arrojara. La sangre lo había inundado todo.

Presos serán, porque el rey, aunque no sea rey, se llama al fin rey, y es necesario obedecerle cuando manda. Pero hubiera sobrevenido doña Clara, sobrevendrá, se arrojará á los pies del rey, llorará, le besará las manos... y el rey se derretirá y revocará la orden de prisión, y será capaz de honrar á don Juan y á Quevedo por añadidura. Es necesario que el rey no pueda hacer nada. ¿Y cómo?

Volvió a ponerse pálido el padre Ambrosio como cuando le dije que la amaba. Si usted pide a Amparo su mano me dijo gravemente se casará con usted: si usted la abre sus brazos, se arrojará en ellos... pero ¿olvida usted que ella ama?... ¿Que ella al ser de usted apurará un sacrificio mortal? ¿No ha comprendido usted a Amparo?

«Si ese hombre no viniese a caballo, y pudiera subir, y se arrojara a mis pies, en este instante me vencía, me vencía». Pensaba esto y casi lo decía con los ojos. Se le secaba la boca y pasaba la lengua por los labios.

Angustias se acercó a , medrosa. La sentía tiritar, con miedo del corazón. Déjeme usted escapar, huir suplicaba . ¿Cómo me atreveré a presentarme delante de él? Lo sabrá todo ya. Usté mismo se lo habrá contado. Me escupirá. Me arrojará lejos de , y con razón. Luego, el Tirabeque nos vendrá siguiendo; me matará a y le hará a él un chirlo en la cara. Ea, Angustias.

Parece, no obstante, que cuando un autor da sus páginas á la publicidad, se dirige, no á la multitud que arrojará á un lado el libro, ó jamás lo tomará en las manos, sino á los muy contados que lo comprenderán mejor que la mayoría de sus condiscípulos de colegio ó sus contemporáneos.