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Actualizado: 1 de julio de 2025


Y en este apuro, cuando veía su empresa próxima al fracaso, Martín Alonso Pinzón, el rico de Palos, el armador, que podía descansar para siempre de las penalidades del Océano, se ofreció con gallardo arranque a interesarse en la expedición y aventurar en ella parte de sus bienes, la mitad de lo que habían dado los monarcas.

Estos viajes, que en otro tiempo entusiasmaban á Ferragut, tenían ahora como final una decepción. Después de pagados los gastos y de haber vivido con rabiosa economía, apenas quedaba algo para el armador. Cada vez eran más numerosos los buques de carga y el flete más barato.

El armador, un avaro, había aprovisionado el buque con escandalosa parsimonia, y el capitán a su vez había roído los víveres, apropiándose una parte de la cantidad destinada a la compra. Nos daban dos galletas al día, llenas de gusanos. Cuando recibí las primeras me entretuve cuidadosamente, como un señorito de buena casa, en quitarles uno por uno aquellos animalejos.

El obstáculo que oponía á su compra el comerciante, era, aunque no se lo decía al raquero, el nombre del buque y el de su armador, diestramente esculpidos en la parte más integrante del aparato; nombres que no podían borrarse sin exponer la estructura de éste, ni darse al público sin grave riesgo de los haberes y libertad del mercader.

Después de haber perdido la tripulación, asesinada por los antropófagos de la costa australiana; después de haber visto destruír los depósitos de olutarias, que representaban para ellos y para el armador de Timor una verdadera fortuna, y de escapar milagrosamente de las manos de aquellos feroces salvajes, se encontraban en inminente peligro de hundirse para siempre en el mar.

Tomó criados para su servicio, y compró todo quanto era necesario para un viage largo; finalmente se le presentó el señor Vanderdendur, armador de una gruesa embarcacion. ¿Quanto pide vm., le preguntó, por llevarme en derechura á Venecia, con mis criados, mi bagage, y los dos carneros que vm. ve ? El patron pidió diez mil duros, y Candido se los ofreció sin rebaxa. ¡Hola, hola! dixo entre el prudente Vanderdendur, ¿con que esté extrangero da diez mil duros sin regatear?

Porque no quieren seguir aquí más tiempo, Capitán dijo Van-Horn . Dicen que no están dispuestos a dejarse comer por los australianos en beneficio nuestro y del armador y consignatario del junco. ¿Os subleváis, pues, por miedo?

Si no se hubieran aprovechado de nuestra ausencia para abandonarse a sus instintos rapaces, todos estarían vivos y a bordo de este buque. Es verdad. Nosotros lo hubiéramos intentado todo por salvarles. Pero ¿qué dirá nuestro armador al vernos regresar sin olutarias y sin tripulación? Peor caso es el de muchos otros pescadores, que perdieron los buques y la vida. Es cierto, Van-Horn.

4 ¿Bramará el león en el monte sin hacer presa? ¿Dará el leoncillo su bramido desde su morada, si no prendiere? 5 ¿Caerá el ave en el lazo sobre la tierra, sin haber armador? ¿Se alzará el lazo de la tierra, si no se ha prendido algo? 6 ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual el SE

¿Dónde va usted, hombre de Dios? ¿Qué es eso? preguntó el armador asustado. ¡Ah, es cierto! ¡No me acordaba de que estábamos en el segundo paredón!... La obscuridad... Tanto tiempo aquí... El mareo de estar con la vista fija... en el barco... ¡Dios mío! ¿Qué hubiera sido de si usted no me sujeta? Pues nada, se hubiera usted deshecho los sesos contra las losas de abajo.

Palabra del Dia

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