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Actualizado: 29 de junio de 2025
Seguramente el verro pretendería inducirle a salir a la obscuridad con gritos de reto, con auquidos de desafío. Aunque le aúquen durante la noche, usted quieto, don Jaime. Yo conozco eso continuó el Capellanet con la importancia de un verro endurecido . Le gritará desde fuera, oculto en la maleza, con el arma preparada, y si sale, antes de que pueda verle le matará de un pistoletazo.
Se esconde en la maleza y no puede estar lejos, dijo uno de los ballesteros preparando su temible arma. Desde que llegamos he estado vigilando los alrededores.
Pero objetó Julián yo he oído que aquí, cuando no reina Barbacana, reina otro cacique peor, que le llaman Trampeta, por los enredos y diabluras que arma a los pobres paisanos chupándoles el tuétano.... Con que por fas o por nefas.
No quiero que, andando en tales y tan altos negocios, no lleves más armas que la daga y la espada; el oro es un arma preciosa. Toma, hijo y sacó una bolsa verde y la puso con misterio en las manos del joven . No es grande la cantidad, pero bien habrá diez doblones de á ocho. Tú me devolverás esa cantidad cuando puedas. Ahora no hablemos más, ni por la casa, ni por la calle.
El señor de Bevallan, en efecto, no era hombre para haberse franqueado contra ella sin reservarse alguna arma severa, que, en caso necesario, usaría con inhumana sangre fría.
Esa no será oración, sino blasfemia. El mal y la oración son incompatibles. Oración es aptisima arma, thesaurus prepotens, divitias inexhaustas pariens, fons et radix omnium bonorum. Virtud, misa, predicación, sacramentos, austeridad, limosna... todo puede subsistir con el pecado menos la oración, que es al espíritu del hombre como el aire al pulmón.
Vivía en continuo contacto con su arma, la pieza más moderna de su casa, siempre limpia, brillante y acariciada con ese cariño de moro que el labrador valenciano siente por su escopeta. Teresa estaba tan triste como al morir el pequeñuelo.
Excitado el amor propio, se despoja de la levita y vuelve a saltar con felicidad. Los demás le imitan. Al instante toma aquello el aspecto de los juegos olímpicos y todavía más de la gran batuda americana. Pero Núñez es un eminente saltarín. Así estaba de antiguo reconocido en todo el ejército y más particularmente en el arma de infantería.
El aldeano, al ver el cañón frente a sí, se asustó mucho y comenzó a gritar, extendiendo las manos hacia Andrés: ¡No tire usted, señorito! ¡no tire usted, señorito! El joven bajó el arma y le dejó marcharse. Cuando se volvió hacia Rosa, la encontró riendo por el terror del paisano. Sin embargo, no tardó en ponerse seria y en decirle gravemente: Ya lo acaba usted de oír, D. Andrés.
Ese día, examinando unas cartas halladas en la escribanía, descubrí el origen de mi tía. Era un arma contra ella, y resolví no tardar en usarla. Al día siguiente, en el almuerzo, estuvo de muy mal humor.
Palabra del Dia
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