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Actualizado: 2 de junio de 2025
El ardid amoroso que pensaba emplear Bozmediano era cosa muy común á principios del presente siglo, en que se conservaba aún la rigidez de los principios domésticos que habían hecho en tiempos anteriores una fortaleza de cada hogar.
Porque aquel hidalgo de cepa vieja sentía a la vez gana ardentísima de casar a las chiquillas y un orgullo de raza tan exaltado, bajo engañosas apariencias de llaneza, que no sólo le vedaba descender a ningún ardid de los usuales en padres casamenteros, sino que le imponía suma rigidez y escrúpulo en la elección de sus relaciones y en la manera de educar a sus hijas, a quienes traía como encastilladas y aisladas, no llevándolas sino de pascuas a ramos a diversiones públicas.
Con lozana alegría empezaba a florecer su corazón amoroso; y seducida por aquellos primeros favores de la suerte, se sintió tan deseosa de paces y treguas en la batalla de su senda oprimida, que pensó en congraciar con un ardid a la terrible señorita de la casa, escribiendo a Salvador dos renglones que pudieran convertirse en alguna esperanza para la cazadora de novios.
Don Francisco se vá por otra parte, Por Presidente queda el de Quiñones: Aqueste caballero con gran arte El Audiencia regia y escuadrones, Temiendo de su industria el fiero Marte, De su sagacidad y discreciones: Que tanto era el ardid que allí mostraba, Que en la guerra las letras encumbraba.
Advierta vuesamerced agregó que debe ser de harta limpieza de sangre, de mucha religión, de mucho ardid y denuedo, y joven, cuanto posible, de suerte que sus idas y venidas puedan achacarse a un amorío, por ejemplo. El lectoral comenzó a estrujarse el labio inferior, como si buscara arrancarse por aquel medio el nombre propio que convenía.
Hallabanse en nuestro exército, entre todas las tres naciones, tres mil y quinientos caballos, y quatro mil infantes, quando dexaron sus quarteles para salir á recibir al Duque. Llegaron á alojarse el primer dia en unos prados por donde atravesaba una acequia muy grande, que les ofreció un ardid y traza importante para su ruina del enemigo.
Aunque algunas sospechas vagas le atormentaron, no vió el gran abismo en todo su horror y profundidad; no presagió el movimiento á que había dado impulso con su palabra, ni comprendió el ardid tenebroso, la colisión sangrienta que de las cabezas aturdidas de la Fontana y de las voluntades agitadas de algunos jóvenes, hacía su arma mas terrible.
Había que recurrir al ardid, a la mentira, y todos tres, hasta la bondadosa, la tierna y la delicada Casilda, engañaban al viejo a las mil maravillas.
¡Y no ve usted que dijo la verdad! arguyó Vérod. ¡Si esa mujer hubiera sabido que Zakunine era inocente, se habría reído al oírle a usted! ¡No lo habría creído! ¡Habría descubierto el ardid! ¿Cómo podría creer que su amigo había confesado una culpa jamás cometida por él?
Desde el primer momento se confesó autora y única responsable de la fuga: el excusador ninguna culpa había tenido en ella; sólo había cedido a acompañarla después de incesantes ruegos y valiéndose del ardid de los malos tratos en su casa.
Palabra del Dia
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