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Actualizado: 2 de noviembre de 2025
Yo quiero suponer que en España, no sólo no hubo unidad de Estado, sino que ni unidad de nación hubo hasta fines del siglo XV. Supongo, además, ó doy por cierto, pues sobre esto no disputo, que antes no hubo verdaderamente españoles, sino portugueses, gallegos, castellanos, aragoneses y catalanes.
Así terminaron las fiestas de esta coronacion la última que presenciaron los aragoneses: pero todavia continuó la ALJAFERIA siendo el teatro de otras solemnidades.
Permítannos los hijos de Teruel y sus comprovincianos que deploremos su estado en esta digresión, somos aragoneses, nacidos en Zaragoza, y deseamos con toda nuestra alma, que tanto aquella ciudad siempre heroica que con delirio amamos, como las de Huesca y Teruel, no degeneren en nada de lo que fueron en otro tiempo, y sigan con la nobleza de carácter que las distingue, el camino de la gloria científica, artística y militar que la legaron sus mayores, triple gloria que constituía el mas rico florón de la antigua corona Aragonesa.
A él sólo le interesaba el Mediterráneo de la Edad Media, el de los reyes de Aragón, el mar catalán. Y como si temiese molestar el orgullo regionalista de su juvenil oyente, el pobre secretario daba explicaciones. La llamada marina catalana no era sólo de Cataluña: pertenecía á los monarcas aragoneses, y entraban en ella todos sus Estados marítimos.
Roger vino á Mesina, donde el Rey estaba, poco después de concluido su casamiento con Leonor hija de Cárlos; y acabadas las fiestas y regocijos de las bodas, hablando en secreto con el Rey, le dijo, como los Catalanes y Aragoneses se querian salir de Sicilia, y pasar á Levante, no tanto por el beneficio comun de todos ellos, como por la quietud y provecho que le resultaría si le dejaban un Reino tan trabajado por las guerras pasadas libre de carga tan molesta y pesada, como eran ellos en tiempos de paz: que sus personas las tendria siempre á su devocion, y que cuando importase, le vendrían á servir de los últimos fines de la tierra; pero que por entónces le suplicaban facilitase su jornada, y les ayudase con su autoridad y fuerzas; paga bien merecida á sus servicios.
No sólo las leyendas, sino también los hechos históricos, que tienen la hermosura de las leyendas, están repetidas varias veces. No es Hernán Cortés el único, por ejemplo, que echa a pique las naves. Lo mismo habían hecho antes Agatocles en Africa, los muladíes cordobeses en Creta, y los aragoneses y catalanes en Galípoli.
Creo que la mayor parte de los que estamos aquí reunidos miran á esa insignificante reunión con el desdén que merece. Muchos aragoneses se levantaron apostrofando al orador. Lázaro escuchaba todo, inmutándose por grados. Sus amigos le decían en voz baja que defendiese al club de Zaragoza.
No se turbaron los Catalanes, y Aragoneses en esta resolucion de los Turcos, aunque por la brevedad no les podian desengañar, ni quisieron rehusar la batalla, antes con mas coraje salieron á escaramuzar, y cebar al enemigo que viniese á buscar su misma muerte.
Esto bien me parece que pudiera disculpara al Infante para no quedarse, cuando no lo hubiera ofrecido, pero empeñada su palabra, y viendo maltratar los mejores vasallos y súbditos del Rey su hermano, grande desconocimiento y mengua fué el no asistirles y ayudarles; porque ya Andronico, degollando á los Catalanes y Aragoneses que se hallaban en su Imperio, rompió las paces primero.
Unos trabajadores aragoneses que habían emigrado á la Argentina, llevando una guitarra como lo más precioso de su bagaje para acompañar las coplas «sacadas de su cabeza», al verla pasar á caballo dedicaron una canción á «la Flor de Río Negro».
Palabra del Dia
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