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17 Y no se pegará algo a tu mano del anatema; para que el SE

Estos méritos no bastaron a restablecer su crédito, ni a librarlos del anatema de sus perseguidores. Los hombres más imparciales hacían justicia a los individuos, sin aprobar el espíritu de su instituto, sobre todo en lo concerniente a su modo de administrar las misiones del Paraguay.

7 porque no hay otro, sino que hay algunos que os inquietan, y quieren pervertir el Evangelio del Cristo. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo decimos otra vez: Si alguno os anunciare otro Evangelio del que habéis recibido, sea anatema. 11 Mas os hago saber, hermanos, que el Evangelio que ha sido anunciado por , no es según hombre;

Hombre, me parece que no hay nada que pedirles, porque nada tienen. ¡Siempre ha de decir usted cosas!... ¡Y usted nunca ha de decir cosas! ¿Por qué no fulmina usted el anatema de la crítica contra ciertas obras que nos inundan? ¡Ay, amigo! Los autores han descubierto el gran secreto para que no les critiquen sus obras. Zurcen un libro. ¿Son vaciedades? No importa. ¿Para qué son las dedicatorias?

Ansioso de encontrar una excusa, evocó la imagen de su cocinero tal como era cuando filosofaba en el rancho de la marinería. Para desear los mayores males á un enemigo, este varón cuerdo formulaba siempre el mismo anatema: «¡Permita Dios que encuentres una mujer arreglada á tu gusto!...»

Aquella fantasmagoría desapareció; el telón de niebla cayó sobre la fachada de la Bolsa, y quedaron ocultas las figuras del sombrío drama, que la imaginación del comerciante acababa de hacer representar. Míster Robert levantó su brazo, cual si lanzara un anatema, y exclamó: ¡Garito amparado por las leyes, ladrón de haciendas, yo te maldigo!

Las habas, a pesar del anatema de Pitágoras, que tal vez las condenó como afrodisíacas, son el principal alimento de los campesinos de mi tierra. El guiso en que las preparan, llamado por excelencia cocina, es riquísimo.

La expresión de sus sentimientos acerca del tremendo anatema perdiose en la oscuridad de aquella caverna. «Al menos, desdichada, confiese usted su delito dijo Rubín, que deslizándose en las tinieblas había encontrado un cajón en que sentarse . No me oculte usted nada. ¿Cuántas veces, cuántas veces ha faltado usted a su marido?». La contestación tardaba.

¡Ah, Eloisita! contestó Rafael ; un dedo de la mano habría dado por haber tenido en la acción de Mendigorría tales pensamientos; no que cuando me llevaron al hospital con un balazo en el costado, maldito si me sonreían ni la muerte ni la tumba. ¡Qué prosaico sois! exclamó indignada Eloísa. ¿Es esto un anatema, Eloisita? No, señor repuso con ironía la interrogada ; es un magnífico cumplido.

1 Pero los hijos de Israel cometieron prevaricación en el anatema; porque Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira del SE