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Actualizado: 1 de junio de 2025
A su lado, y como huyendo avergonzados de la compañía de los demás, nos muestran la espalda los tránsfugas de la literatura; los que van á buscar en la política, más que el nombre que su natural disposicion les brindaba, un descrédito probable por el pronto, y, á la larga, el anatema ó el olvido.
Su superior me paga bien y me emplea para desembarcar los objetos de contrabando de que el convento está abarrotado; me emplea porque sabe que nadie mejor que yo conoce las revueltas y los escondrijos de esta costa, y que, si me prenden, en nada he de comprometerle... Pero ¡anatema, como usted dice, anatema! estoy maldito.
¡Es ese maldito, ese condenado decían , que ha atraído la cólera del Cielo osando profanar a la prometida de Cristo! su presencia es un azote... ¡Anatema, anatema sobre él! Y luego venían unas maldiciones capaces de hacer estremecer a nuestro santo padre.
Las últimas luces de la tarde penetraban desfallecidas por los calados rosetones, dando fantásticos contornos á las figuras pintadas en los vidrios. Abajo, en el templo, estaba yo solo..... ¿El canto de gloria y de muerte que exhalaba el órgano, caía sobre tantas sepulturas, sobre tanta grandeza desvanecida, sobre tanta soberbia humillada, como un sufragio ó como un anatema?..... ¡No sé!
Estaba prohibido por una antigua ley de Serendib, que se enamoraran de una de las mugeres que llamáron luego los Griegos BOOPES; y hacia mas de cinco mil años que habia promulgado esta ley el sumo bonzo, por apropiarse para sí la dama del primer rey de la isla de Serendib; de suerte que el anatema de los ojos azules se habia hecho ley fundamental del estado.
Hace cuarenta años que soy chantre de esta parroquia, y yo sé que cuando el pastor y yo denunciamos la cólera celeste el miércoles de ceniza, no se pronuncia ningún anatema contra aquellos que desean ser curados sin médico, diga lo que quiera el doctor Kimble.
29 Cualquier anatema de hombres que se consagrare no será redimido; indefectiblemente morirá. 30 Y todos los diezmos de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, del SE
El obispo D. Pedro de Córdoba y Solier, hasta entonces amigo suyo, habia procurado en vano refrenar sus arrebatados ímpetus hasta que viendo que nada obtenia, y no teniendo fuerzas para contrastarle, se salió de la ciudad y se refugió en su castillo de Toledillo, donde publicó entredicho y anatema contra D. Alonso de Aguilar por haberle quemado y saqueado su palacio episcopal, cometiendo otras injurias y violencias contra sus familiares.
Y cuando bajaba presurosa la escalera, el dolor de aquella herida del amor propio la atormentaba más que las que había recibido en su honra. ¡Una cursi! El espantoso anatema se fijó en su mente, donde debía quedar como un letrero eterno estampado a fuego sobre la carne.
El domingo cuarto de cuaresma, hallándose el Tribunal de la Inquisicion en la catedral para hacer la publicacion del Anatema, y ausente el obispo, hubo durante los divinos oficios grande alboroto y escándalo, con motivo de no haber acuerdo sobre á quién debia pedir la venia el predicador al comenzar el sermon.
Palabra del Dia
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