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Según don Álvaro, la ambición y la avaricia eran los pecados capitales del Magistral, la avaricia sobre todo; por lo demás era un sabio; acaso el único sabio de Vetusta; un orador incomparablemente mejor que el Obispo.

Hombres bajos hay que revientan por parecer caballeros, y caballeros altos hay que parece que aposta mueren por parecer hombres bajos; aquéllos se llevantan o con la ambición o con la virtud, éstos se abajan o con la flojedad o con el vicio; y es menester aprovecharnos del conocimiento discreto para distinguir estas dos maneras de caballeros, tan parecidos en los nombres y tan distantes en las acciones.

El Padre Ambrosio fue el único que entrevió el tempestuoso estado del ánimo de Fray Miguel y la ambición y la envidia que le devoraban y que el propio Padre Ambrosio, al principio irreflexiva e involuntariamente, había con sus discursos solevantado y exacerbado.

Yo no tengo la ambición de que se me crea perfecta dijo la condesa erigiendo en mi casa un tribunal de justicia; lo que quiero es que se me tenga por leal y sólida amiga, cuando hago respetar y defiendo a los que me dan ese título. Rafael Arias entró en aquel instante. Vamos, Rafael dijo la condesa , ¿qué dirás ahora?, ¿te burlarás de esa encantadora mujer?

Después, pasándose una mano por la frente, continuó: «He nacido en este castillo, teniendo ya dos hermanos, a los cuales debían ir a parar los bienes y los títulos de nuestra familia. No podía esperar, por consiguiente, más que la sotana y el manteo. Y no obstante, en mi cabeza fermentaban las ideas de ambición y de gloria.

Para él, fuera de la penitencia y la plegaria, todo era polvo y ceniza en este mundo, y nuestra prolija ambición una telaraña tejida sobre el nido de un ave que duerme. Hacíale traducir de ordinario a Ramiro los capítulos del Kempis. De esta suerte el mancebo recogió en el fondo del alma aquellos acentos de soledad, de sublime desprecio, de voluptuosa inmolación.

Señora dijo Rafael , es que a la ambición le ha entrado la manía general de nobleza. Tía exclamó Rita , si nos metemos en la política, y os ponéis a repetir las sentencias de mi tío, os advierto que don Federico va a caer en esa quisicosa alemana, Rafael en el spleen inglés y Gracia y yo en el ennui francés. ¡Desvergonzada! dijo su tía.

El capitan Garay hecha tenia A Juan Ortiz la casa en que viviese, Y cada cual la suya se hacia, Por tener un rincon se metiese. El Juan Ortiz en este proveia, Que de hoy en adelante se dijese Y nombrase Vizcaya el Argentino; ¡Mirad el ambicion del Vizcayno!

No hay nación de Europa donde no exista la historia del sabio que se harta de estudiar sin honra ni provecho; que reniega del saber, que no le proporciona goces; y que, excitado por la rabia, por los desengaños, por la ambición o por la sed de deleites, acaba por hacer pacto con el diablo, a fin de divertirse y tener dinero, y lo que llaman ahora posición, aunque después haya de pagarlo todo en los profundos infiernos.

Pero al llegar á aquella época, en que era imposible á todo español apartar la vista del gran problema que se trataba de resolver, la escondida vehemencia de sentimientos de Elías se manifestó, y no en forma de amor, ni de avaricia, ni de ambición: se manifestó en forma de pasión política, de adhesión frenética á un sistema y odio profundo al contrario.