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Actualizado: 17 de junio de 2025
Dentro de esta nube bajó uno vestido de ángel cantando maravillosamente, y subiendo y bajando diversas veces, dejábase caer por todas partes muchas letrillas y coplas escritas, unas en papel colorado, otras en amarillo, y otras en papel azul, con tintas diferentes, todas al propósito de la solemnidad y fiesta que allí se hacía.
En las ferias de Guinea nos compráis, como si fuéramos acémilas, para forzarnos á que trabajemos en no sé qué faenas tan penosas como ridiculas; á vergajazos nos haceis horadar los montes para sacar una especie de polvo amarillo que para nada es bueno, y que no vale, ni con mucha, un cebollino de Egipto.
En el fondo tres aposentos separados por sendos tableros pintados de amarillo que no llegaban al suelo. Había gente bulliciosa en estos cuartos: escuchábase rumor de plática alegre y chasquido de vasos. La tienda estaba sola, débilmente esclarecida por una lámpara de petróleo colgada sobre el mostrador.
Nuestro conocido descorre el cerrojo, entra, y luego de girar suspenso alrededor del hombre de hueso, se arrodilla y junta sus ojos a las órbitas de la calavera. Allí, en el fondo, un poco más arriba de la base del cráneo, sostenido como en un pretil en una rugosidad del occipital, está acurrucado un hombrecillo tiritante, amarillo, el rostro cruzado de arrugas.
Quilito andaba por allí, como alma en pena, más amarillo y descompuesto que su primo. Testigo de la escena entre Jacinto y Rocchio, vió venir al gigante y huyó, pues lo menos que él deseaba era dar de bruces con su enemigo y sufrir el vapuleo que acababa de ganarse Jacintito.
Il a tout, il a l'art de plaire, Mais il n'a rien s'il ne digère. Abriose la puerta y entró en la sala un joven flaco, que saludó a los circunstantes inclinando la cabeza. Las dos señoras, sentadas en el diván de damasco amarillo, y el caballero de luenga barba, situado al pie del balcón, le examinaron un momento sin curiosidad, contestando con otra levísima cabezada.
El rey era muy rico: poseía diez y siete sombrillas de todos colores, un tapa-rabo verde y amarillo, muy gracioso, y un sombrero alto, tan alto que rayaba en lo monumental. La reina, Sabihonda, usaba medias azules y era políglota: cuando algo le caía muy en gracia, hablaba en chino, y cuando se enfadaba, gritaba en catalán.
En la Alpujarra, las cortijeras se echan sobre la cabeza la saya á guisa de manto, y, como la saya está forrada de amarillo, y el refajo es encarnado, ofrecen á distancia, en aquellos ásperos montes, un aspecto interesantísimo.
Algo más que el contacto ardoroso de la luz sintió de pronto Feli. Su novio la estrujaba otra vez, pero con mayores arrebatos, sin que ella intentase resistir. Deja que bese ese amarillo de oro... Ahora, el morado; ahora, el azul... el rosa de tu frente... el heliotropo de tus labios... las violetas de tus ojos.
Con estas y otras prevenciones comenzamos a volver y cobrar algún aliento, pero nunca podían las quijadas desdoblarse, que estaban magras y alforzadas, y así se dio orden que cada día nos las ahormasen con la mano del almirez. Levantábamonos a hacer pinicos dentro de cuarenta días, y aún parecíamos sombras de otros hombres, y en lo amarillo y flaco simiente de los Padres del yermo.
Palabra del Dia
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