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Actualizado: 1 de mayo de 2025
García pudo cerciorarse de ello por la risa y la algazara que armaron y por las miradas insolentes y burlonas con que desde entonces le regalaron. Llegó por fin el día del estreno. Desde veinticuatro horas antes el estado de agitación de García superaba a todo lo imaginable.
Fernanda tardó en darse cuenta de que aquella algazara iba contra ella. Cuando, por algunos gritos que llegaron a sus oídos, vino en conocimiento de ello, empalideció, sus ojos se dilataron y, dando un grito, precipitose a la ventanilla para arrojarse fuera. Granate la detuvo sujetándola por la cintura.
Todo era algazara, todo confusión; de repente ábrense las puertas de la calle, y vense entrar por ellas el Ayuntamiento de los cristianos viejos con todo el aparato de justicia; el alguacil Molino, de vanguardia, y la dueña Bermúdez, en la rezaga.
Dos o tres veces intervino en la algazara para dar su dictamen tan lleno de experiencia en asuntos amorosos. Y todos se volvieron a él, y callaron los demás para oírle. Entonces habló, sin poder remediarlo, para satisfacer secreto impulso de rehabilitarse con su historia. Habló el maestro.
Era que se oía en la calle fuerte ruido de voces, el cual creció formando gran algazara. Muchísimos se levantaron y salieron. El auditorio empezó á disminuir, y al fin disminuyó de tal modo, que el orador no tuvo más remedio que callarse. Estas querían satisfacer la curiosidad, y acompañadas del mismo Galiano, salieron también.
La alegre algazara del salón llegaba a sus oídos, y poco a poco fuese levantado su pechito, hinchóse su garganta y rompió a llorar amargamente, en silencio, sin sollozos, sin suspiros, como lloran los que tienen en el corazón el manantial de sus lágrimas.
Cogió al niño entre los brazos, lo sacudió un poco hasta que logró hacerle despertar, le besó en la frente con afecto, y sacando un duro del bolsillo se lo entregó, alejándose después con Clementina. Cesó la algazara de los obreros. Uno dijo con tonillo de envidia: ¡Anda, que hoy poco trabajo te ha costado ganarte el jornal!
Miró al corredor y cerciorándose de que la vieja se había ya retirado, exclamó con voz sorda: ¡Ande allá, abuela, que tiene usted la cara más fea que la papeleta de la contribución! Y se encaminó á la casa en busca de la guadaña acompañado de la risa y algazara de los espectadores.
De igual suerte que cuando el maestro duerme los chicos arman bulla y algazara, así al quedar en reposo la voluntad de don Juan, se le avivaron los deseos, excitáronsele los recuerdos, y las imágenes creadas por la fantasía, unas brillantes, otras pálidas, pero todas de intensa realidad para su mente, comenzaron a desfilar en ronda interminable.
A los profanos se unían los bullangueros y voceadores, que entonces, ¡Santo Dios!, pululaban tanto como en nuestros felices días, y entre aquéllos y éstos y el torpe vulgo armaban tal algazara, que no sé cómo las Juntas y los Generales podían resistirla.
Palabra del Dia
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