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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro. Resulta que hay pocas cosas más terribles que encontrar en el mar un buque abandonado. Si de día el peligro es menor, de noche no se ven ni hay advertencia posible: el choque se lleva a uno y otro.
Temblaba de inquietud, y la noticia que tan bruscamente le daba Laura, el beso a Julio, sólo alcanzó a herirle la imaginación. Su amor propio había muerto, estaba dispuesto a pasar por todo para conseguir que Adriana le siguiera. A ser necesario, se habría humillado hasta arrastrarse a sus pies o hasta suplicar al mismo Julio que intercediera para convencerla. Porque la deseaba.
Esto, no alcanzo de qué manera se podrá conseguir, si en vez de decirse: el amor de Dios es la misma moralidad; se dijese: el amor de Dios es un acto moral, distinguiendo entre el amor y la moralidad.
En estas razones estaban cuando los alcanzó un hombre que detrás dellos por el mismo camino venía sobre una muy hermosa yegua tordilla, vestido un gabán de paño fino verde, jironado de terciopelo leonado, con una montera del mismo terciopelo; el aderezo de la yegua era de campo y de la jineta, asimismo de morado y verde.
8 No conocieron camino de paz; ni hay derecho en sus caminos; sus veredas torcieron a sabiendas, cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. 9 Por esto se alejó de nosotros el juicio, y justicia nunca nos alcanzó, esperamos luz, y he aquí tinieblas, resplandores y andamos en oscuridad.
Este abuelo había sido casado con una tía del general Saldaña; y aunque Atilio no alcanzó á conocerle, hablaba con frecuencia de él como de un personaje curioso que le inspiraba cierto orgullo ó amargas ironías, según el estado de su ánimo. Era un hombre de belicoso humor y sombríos entusiasmos, que había acabado de dilapidar la fortuna de la familia, ya quebrantada por los antecesores.
Gobernaba por entonces en Sicilia por Virrey D. Juan de la Cerda, Duque de Medinaceli, gran Señor en España, que secundó en la corte los propósitos del gran Maestre con sus informes favorables, deseando ocasión de honra personal en la jornada, como su antecesor en el virreinato lo alcanzó con la conquista de la ciudad de África.
4 Saliendo ellos de la ciudad, que aún no se habían alejado, dijo José a su mayordomo: Levántate, y sigue a esos hombres; y cuando los alcanzares, diles: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien? Habéis hecho mal en lo que hicisteis. 6 Cuando él los alcanzó, les dijo estas palabras. 7 Y ellos le respondieron: ¿Por qué dice mi señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos.
«Todo metal es mineral, el oro es metal, luego es mineral.» «Ningun animal es insensible, los peces son animales, luego no son insensibles.» «Pedro es culpable, este hombre es Pedro, luego este hombre es culpable.» «Esta onza de oro no tiene el debido peso, esta onza es la que Juan me ha dado, luego la onza que Juan me ha dado no tiene el debido peso.» Estos ejemplos y otros por el mismo tenor, son los que suelen encontrarse en las obras de lógica que dan reglas para los silogismos; y yo no alcanzo qué utilidad pueden traer al discurso de los alumnos.
Esperaba que si podía entrar en conversación con Mathys, sabría noticias de su amiga, y quizá esta ocasión le permitiría decirle algunas palabras en su favor. Apresuró el paso hasta que alcanzó al intendente. Cuando estuvo a su lado le dijo en tono cortés, casi acariciador: Buen día, señor Mathys. ¡Qué cielo tan claro! ¡Qué aire tan puro! Parece que uno se sintiera rejuvenecido, ¿verdad?
Palabra del Dia
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