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Actualizado: 18 de junio de 2025


Me parecía que aquella joven cabeza, confiada a mi guarda, estaba amenazada de inauditas catástrofes y que el tren, que corría con su velocidad monótona y prevista, iba a conducirnos a los abismos. Comprendí entonces y excusé las más locas alarmas de ciertas madres, que me habían exasperado en otro tiempo.

Apenas entró en casa, noté en su gracioso semblante cierta turbación, un estado de inquietud y desasosiego que me alarmaron. ¡Ay, Marianela, mi buena amiga, mi querida protectora, las cosas que a me pasan no le pasan a nadie!... Y rompió a llorar sobre mi hombro en forma acongojada y angustiosa. ¡Muchacha! ¡Me alarmas! Sosiégate, ¿Qué te pasa?...

Rió al conocer la vida amplia y abundante de Argensola. Estas noticias que le alegraban venían de un mundo que sólo estaba á cien kilómetros en línea recta, pero tan lejano... ¡tan lejano! De pronto notó el padre que le oía con menos atención. Sus sentidos, aguzados por una vida de alarmas y asechanzas, parecían apartarse de allí, atraídos por el tiroteo. Ya no eran disparos aislados.

Hasta ahora no; pero no os descuidéis, pues temo que la noche no pase sin alarmas. Entró en la tienda con Hans, que se caía de sueño, y el piloto y Cornelio se sentaron junto al fuego con los fusiles entre las rodillas. Media hora llevarían velando cuando oyeron a corta distancia lúgubres aullidos.

Después de las justas alarmas, que durante dos días me habían atormentado, tanta condescendencia me hizo temer, como sucede siempre, ser el juguete de un sueño insensato. Perdón, señorita... ¿cómo decía usted? Que venga á dar un pequeño paseo con Alain, Mervyn y yo. Con mucho gusto, señorita. Entonces, tome su álbum.

En tanto que el peligro duró no habíamos sentido, en presencia de aquella escena, otra impresión que la de una viva inquietud; pero tranquilizados apenas nuestros espíritus, debían ser heridos vivamente por el contraste que ofrecía el desenlace de la aventura con el aplomo del que había sido su héroe. La risa es por otra parte tan fácil como natural después de alarmas felizmente apaciguadas.

Pero siendo lo que refirió el sobrino un prodigio de capacidad intelectual, la señora no las tenía todas consigo respecto al estado de aquella cabeza. Entráronle alarmas, como las de los peores días pasados, y se puso de un humor vidrioso no acertando a determinar si aquello de la lógica era una crisis favorable, o por el contrario, traería nuevas complicaciones.

Cuando había alarmas batían la cavidad del mortero con el mazo de su servicio, dando en sus broncos sonidos voces de alarma.

Su existencia era dichosa, ¿convenía hacerla insoportable por continuas alarmas y sacudidas? ¿No era mejor dejarse llevar blandamente por la corriente del río, en vez de remar con furia para abordar á orillas sembradas de peligros? ¡Ah! Durante aquellos momentos en que dejó hablar á su razón de hombre de mundo, Marenval se vió muy perplejo y pudo echar sobre su destino de perfecta claridad.

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