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Actualizado: 16 de junio de 2025
Al mismo tiempo que Cartesio, vivía PEDRO GASENDO, que en algunas cosas discordaban, y se escribieron algunas cartas principalmente sobre las meditaciones Cartesianas, que no agradaban en todo á Gasendo. Fué este tambien Frances, Eclesiástico, y Canónigo de la Iglesia de Diñe en Provenza.
No es fácil de explicar cuánto se animó el santo misionero á llevar al fin la obra comenzada de juntar en una Reducción aquellos pueblos, para instruirlos en los misterios que deben creer, y en los mandamientos que deben observar, viendo que agradaban á Dios sus designios, y los bendecía desde el cielo con sus influjos.
Después de esfuerzos inauditos, consiguiose, por fin, sacar del armario el famoso frasco y con él un antiguo vasito de plata completamente abollado, el vaso que Mauricio usaba cuando era pequeño. Me lo llenaron de cerezas hasta el borde, ¡le agradaban tanto a Mauricio las cerezas! Y al servirme el viejo me murmuraba al oído con aire golosón: ¡Es usted muy dichoso pudiendo comerlas!
La amistad de las tres viejas se interrumpió con la desgracia, y sólo de vez en cuando las visitaba, recordándoles los tiempos pasados con una elocuencia y un calor que no agradaban á doña Paz. Últimamente, sus visitas eran más frecuentes y mucho más afectuosas sus demostraciones de amistad.
No eran éstas, sin embargo, las reuniones que agradaban a doña Luz y a su amiga, sino las poco numerosas, familiares y frecuentes, donde ellas mismas incitaban a D. Anselmo para que provocase y contradijese al Padre, obligándole así a hablar sobre puntos de religión o de filosofía.
Avanzaron, describiendo primero una curva, después ángulos y más ángulos, siempre entre las dos paredes de tablones húmedos y medio podridos. ¿Sabe usted a lo que me parece esto? dijo el doctor, conociendo que los símiles agradaban a su guía . Pues se me parece a los pensamientos del hombre perverso.
Ya no frecuentaba tanto a Gustavo Núñez porque a éste le agradaban más los apartes con las damas que las reuniones con los hombres aunque fuesen literatos. Sin embargo, alguna vez paseaban o comían juntos. El pintor no había dejado de visitar la casa de los recién casados aunque estaba seguro de que no era santo de la devoción de la señora.
Era éste un cuarto fantástico, grande, con el techo artesonado, abierto en muchas partes; tenía varios armarios llenos de libros humedecidos, y sobre los armarios cuadros negros, agujereados y desgarrados. Se veían en este cuarto una porción de trofeos de caza, que sin duda al actual poseedor del castillo no le agradaban.
Un día, por último, no pudiendo guardar por más tiempo ese secreto con su padre, le había revelado que escribía su diario. Para fortificar la memoria solía copiar las poesías que más la agradaban: versos de Patri, de Aleardi, de Manzoni, de Shelley, de Byron, y ese día, recitando el papa una poesía de Víctor Hugo, copiada de un periódico, no la recordó bien y fue a buscar su libro.
Pero Dios Nuestro Señor, á quien se le recrecía tanta gloria accidental en este designio, quiso, no solamente satisfacer sus deseos con el éxito feliz, sino mostrar también cuánto le agradaban sus sudores con muchos sucesos milagrosos, para darle á él ánimo en tantos trabajos y afanes, y á los infieles más claro conocimiento de su fe.
Palabra del Dia
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