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Actualizado: 24 de junio de 2025
Courtrai es famosa por la célebre batalla de las Espuelas, ganada por los ciudadanos flamencos, en 1302, contra los Franceses; y la ciudad no carece de algun valor por sus antiguos monumentos góticos y sus modernos establecimientos públicos. A media hora de Courtrai, hubimos de detenernos en Mouscron, pequeña villa de cerca de 7,000 habitantes, donde se halla la Aduana.
Este edificio no es en manera alguna un monumento, pues su arquitectura no ha consultado el arte, sino la solidez, la comodidad y el orden, como conviene á un establecimiento de esa clase. Pero su interior es en extremo interesante, por el órden admirable que reina en la distribucion de las localidades, según su aplicacion á todas las necesidades de una aduana.
Durante más de veinte años, antes de la época de que hablo, la posición independiente del Administrador había conservado la Aduana de Salem al abrigo del torbellino de las vicisitudes políticas que hacen generalmente tan precario todo destino del Gobierno.
La vida de la Aduana yace en lo pasado, como si fuera un sueño.
Hasta el año 1411 habia cobrado el cabildo el diezmo de estas rentas percibiendo su importe en el arca de la Aduana de la ciudad. Teniasele tambien por señor de la renta de la almotaglasia y de las alcaicerías y tiendas del corral de la alhóndiga, por considerarse todas anejas al almojarifazgo.
Desde aquella noche no pude volver a Cádiz hasta la tarde del 28 de Mayo, formando parte de las fuerzas que se enviaron para hacer los honores a la Regencia, que al día siguiente debía instalarse en el palacio de la Aduana.
Se me dijo que dos ó tres de los empleados que padecían de gota y reumatismo, ó quizá estaban clavados en sus lechos, ni por casualidad se dejaban ver en la Aduana durante una gran parte del año; pero una vez pasado el invierno, se arrastraban perezosamente al calor de los rayos de Mayo ó Junio, desempeñando lo que ellos llamaban su deber, y tomando de nuevo cama cuando mejor les parecía.
Entre tanto, los comerciantes y los capitanes de buques, los dependientes de almacén y los rudos marineros entraban y salían: en torno suyo continuaba el mezquino ruido que producía la vida comercial y la vida de la Aduana: pero ni con los hombres, ni con los asuntos que les preocupaban, parecía que tuviera la más remota relación.
Y lo más triste de todo, sin que en su tiempo, como las pilas de papeles de la Aduana, hubieran proporcionado á aquellos que los borronearon las comodidades y medios de subsistencia que obtuvieron los aduaneros con los rasgos inservibles y comunes de sus plumas.
En uno de esos días, cuando han llegado casi á la vez tres ó cuatro buques, por lo común de África ó de la América del Sur, ó cuando están á punto de salir con ese destino, se oye el frecuente ruido de las pisadas de los que suben ó bajan á toda prisa los escalones de granito de la Aduana.
Palabra del Dia
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