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Actualizado: 24 de octubre de 2025


No sólo el monte Meru, punto culminante del planeta, sino también todas las cordilleras, todas las cimas de la India eran adoradas por los pueblos que viven en sus pendientes y en su falda. Montañas de Vindyah, de Satpurah, de Aravalli, de Nilagherry, todas tenían sus adoradores.

Y, ¡luego los vestiditos que usaba!... Si eran lo más traidores: jamás cubrían las hermosas piernas tentadoras, calzadas, por lo general, con medias punzó. Esas piernas eran, para los adoradores de Rosita, como la miel para las moscas.

Porque hay que hacer constar que, aunque la riqueza y la opulencia de Sevilla en los siglos XVI á XVII era grande, ésta ha sido con exceso ponderada por los adoradores del pasado; que los documentos y las memorias coetáneas de aquellos tiempos prueban de manera bien clara que la abundancia, el lujo y las sobras eran sólo para el clero y para los nobles, mientras cientos y cientos de seres vivían en la mayor miseria y sufriendo todo género de privaciones, sin que sus lamentos fueran oídos, ni por nadie de los que podían, se atendiese á remediar tamaños males.

Madama Scott no tomó un palo para echar de su casa a aquella gente. Tuvo a la vez diez, veinte, treinta adoradores; pero ninguno pudo jactarse de la más mínima preferencia, a todos opuso la misma resistencia amable, alegre, risueña... Claro era que se divertía en el juego, y no tomaba ni por un instante la partida a lo serio. Jugaba por placer, por honor, por amor al arte.

No podía llamársela hermosa; pero su fisonomía tenía tal animación, sus ojos brillaban con tanta gracia y su boca se plegaba con tal malicia al sonreír dejando ver unos dientes de ratón blancos y menudos, que siempre había tenido muchos adoradores.

También él permanecía invisible, y lo mismo Nélida con su escolta de adoradores. El doctor Zurita pasó junto a Ojeda aspirando el humo de su tercer cigarro matinal. Poca gente dijo . Anoche, según parece, hubo farra larga. Debe haber abajo un tendal de muertos y heridos... ¡Qué muchachada tan viva! ¡Cosas de la edad!...

El ídolo está cubierto con tupido velo, ó se presenta á los adoradores con faz atractiva y risueña; mas por esto no varía, es el hombre que se ha levantado á propio un altar en su corazon, y se tributa incienso, y desea que se lo tributen los demas. Cuán general es dicha pasion.

»No profanarán nuestro templo simulacros groseros, no tendrán en él cabida los ídolos de los adoradores de los astros y del fuego, ni los emblemas impuros de la India y del Egipto, ni los perecederos dioses de Grecia y Roma.

Cada una de ellas ve, o cree adivinar, dos, tres, diez adoradores más o menos conocidos. ¡Cuánto disfrutan mientras permanece levantado el telón! Se consideran hermosas, están ataviadas ricamente, ven todos los gemelos fijos en sus personas, sienten la admiración que producen y no tienen que temer los silbidos ni la crítica.

Y sin embargo, tenéis mil adoradores repuso sonriendo el duque. Pues no soy diablo dijo la condesa ; pero soy zahorí. El tirador no acierta cuando el tiro salva el blanco. Os aplazo para dentro de aquí a seis meses, invulnerable Aquiles repuso la condesa.

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