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Actualizado: 30 de abril de 2025
»Todo lo miraba Anselmo, cubierto detrás de unos tapices donde se había escondido, y de todo se admiraba, y ya le parecía que lo que había visto y oído era bastante satisfación para mayores sospechas; y ya quisiera que la prueba de venir Lotario faltara, temeroso de algún mal repentino suceso.
El seminarista admiraba a estos hombres, agigantados por la nebulosidad de la historia antigua y las alabanzas de la Iglesia. Para él, eran los seres más grandes del mundo después de los papas, y aun alguna vez superiores a éstos.
Julián oía estupefacto aquellas miserias de la vida pecadora, y se admiraba de lo bien que teje el diablo sus redes. Pero, señor... balbució . Si usted mismo lo conoce y lo comprende....
Conocía de un cabo á otro el faubourg Saint-Germain, teatro imprescindible de las novelas de su homónimo, y trataba familiarmente á los personajes que allí figuraban. Estaba á la vez enamorado de Julia Trecœur la Petite comtesse y Sibila, y admiraba profundamente el carácter extravagante y las maneras cortesanas y el valor de Monsieur de Camors.
Cuando me recitaba Mistral sus versos en aquella hermosa lengua provenzal, latina en más de sus tres cuartas partes, hablada antiguamente por las reinas y que hoy sólo comprenden los frailes, admiraba yo en mi fuero interno a ese hombre.
Adelantó con tanta rapidez en la escultura que a los dieciocho años admiraba Florencia su bajorrelieve de la Batalla de los Centauros; a los veinte hizo el Amor Dormido, y poco después su colosal estatua de David. Pintó luego, uno tras otro, sus cuadros terribles y magníficos.
Surgía en él el amor vehemente de los Luna por aquella giganta que era su eterna madre. Pero no la admiraba a ciegas; como todos los suyos: quería saber el por qué y el cómo de las cosas; comprobar en los libros las noticias vagas oídas a su padre con más carácter de leyenda que de hechos históricos.
En aquellas circunstancias era cuando se lucía su marido, dando disposiciones que de nada servían. Pero al volver el río a su normalidad y desaparecer el peligro, el popular rebaño admiraba sus sacrificios, llamándole el padre de los pobres. Si el milagroso santo había de salir, que fuese Rafael quien concediera el permiso.
Eslava admiraba grandemente las composiciones del músico del siglo XVI, y de él hizo repetidos elogios siempre, habiendo investigado con fortuna sobre los pormenores de la vida del maestro á quien he dedicado un recuerdo con estos ligeros apuntes.
Mientras que yo admiraba los pormenores más minuciosos de este cuadro maestro, mi mujer volvió los ojos al otro lienzo de pared, decorado por una pintura que representa á un hombre muerto, abandonado en un campo de batalla. ¡Qué solemnidad! ¡Qué grandeza! ¡Qué poesía! ¡Qué espíritu!
Palabra del Dia
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