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Actualizado: 30 de abril de 2025
Quizás desconfíen... Una cosa es hacer caridad, y otra prestar dinero... y no salimos del paso con menos de diez duros... ¿Qué dijo ese bruto de Gabino? ¿que volvería mañana a darnos otro escándalo?... ¡Canalla, ladrón... que todo lo vende adúltero!... Pues, sí, es cosa de diez duros, y no sé si D. Romualdo... Por él no quedaría; pero su hermana es puño en rostro... ¡Diez duros!... Voy a ver... Pero no extrañe la señora que tarde un poco.
No faltará lector que crea que me doy á inventar ciertas especies, con el objeto de zaherir la sociedad francesa, halagando así nuestro espíritu nacional. Á esa duda, que yo me imagino, contesto que si alguno, francés ó español, me prueba que adultero el menor detalle, la minuciosidad que menos signifique, consiento desde luego que se me tenga por una persona deshonrada.
15 El ojo del adúltero está aguardando la noche, diciendo: No me verá nadie; y esconde su rostro. 16 En las tinieblas minan las casas, que de día para sí señalaron; no conocen la luz. 18 Son livianos sobre las aguas; su porción es maldita en la tierra; nunca vienen por el camino de las viñas. 21 A la mujer estéril que no concebía, afligió; y a la viuda nunca hizo bien.
Mejor que nunca lo conoció cuando hubo que dar la gran batalla para trasladar al caserón de los Ozores el nido del amor adúltero. Ana se opuso, lloró, suplicó... «no, no; eso no, Álvaro, por Dios no, eso nunca». Y resistió muchos días a las súplicas del amante que se quejaba de lo poco y deprisa y sin comodidad que gozaba de su amor.
Lo que él llamaba ser adúltero quedaba en segundo lugar; alambicando mucho, a fuerza de sofismas, tal vez encontraría medio de disculpar a sus propios ojos aquel amor ilegítimo... pero lo del dinero no admitía excusas; él había pedido seis mil reales a un prestamista, abusando del crédito de su mujer. Esto era inicuo... y lo que era peor, muy expuesto a una tragedia doméstica.
Muérete tú de una vez, tontorontaina, adúltero, babayo, antes que nos mates a todos a disgustos chilló una voz mordaz, al tiempo que una mujer, antes joven que vieja y nada fea, con la faz distendida, como una Euménide, penetraba, vestida de huracán y desolación, en aquel círculo que era un cuadrado, e iba a hacer presa sobre Belarmino.
Tiene temporadas, señora; a veces el ataque es muy ligero, y otras se pone tan encalabrinado que sólo de pasar por delante del Matadero le baila el párpado y empieza a decir disparates. Bien dicen, señora, que la carne es uno de los enemigos del alma... Cuidado con lo que saca... ¡Que yo me adultero, y que se la pego con un duque!... Miren que yo con esta facha...
Palabra del Dia
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