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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Y llegado que fué Inca Yupanqui á la ciudad del Cuzco, mandó á su amigo Vicaquirao que volviese á su padre Viracocha Inca, y que le dijese que viniese á su ciudad, que le tenia guardadas las cosas ya dichas para que dellas triunfase; y ansí mandó que saliesen con él tres mill hombres que le guardasen y acompañasen. Y ansí, se partió Vicaquirao; y llegado que fué al peñol do Viracocha Inca estaba, hallólo que estaba en grande llanto él y los suyos por la muerte de los que Inca Yupanqui les matara en la emboscada, en la cual habian sido muertos muchos señores principales de los que con él tenia; y como tuviese nueva Viracocha Inca que de hácia el Cuzco venia gran golpe de gente de guerra, tenia que volvia su hijo sobre él á le matar á él y á los suyos que consigo tenia, y entró allí en breve consulta con los suyos, en la cual acordaron, que si de guerra venia su hijo sobre él y caso fuese que á plática viniesen de algun concierto ú otra cosa en que fuese pedille vasallaje, que hiciese todo aquello que por él le fuese pedido é demandado.

Llegó la hora del reconocimiento, y todos querían ir; pero el general Mendieta, que no se deja impresionar, no consintió en ello, autorizando á su ayudante el teniente Carrerá y al teniente veterinario Federico Cagigal, para que acompañasen á las fuerzas del capitán Castillo en el reconocimiento.

Ese ánade como el otro y como todos los demás que has cazado mueren de orgullo de verse tiroteados por ti. ¡Sería mucha galantería! replicó la joven ruborizándose de nuevo. Llamó a los perros para que le acompañasen.

Deseaba hacer partícipes de sus emociones a las señoras de la familia, pero todas se habían negado: «¡Las máquinas! ¡Ay, no! ¡Qué suciedad!». Y el buen doctor, como si no pudiese realizar la visita sin un compañero que recibiese sus impresiones, insistió, hasta conseguir que los dos amigos le acompañasen por los tortuosos corredores de la cubierta baja.

Este fué el que me dió libertad después de la muerte de mi marido; éste el que no despreció mis tesoros, sino el que no los quiso; éste fué el que, después de recebidas mis dádivas, me las volvió mejoradas, con el deseo de dármelas mayores, si pudiera; éste fué, en fin, el que, acomodándose, o, por mejor decir, haciendo acomodar a su gusto el de sus soldados, dándome doce que me acompañasen, me tiene ahora en tu presencia."

Eso fue en el momento mismo de separarme de ellos. No quise que me acompañasen a la estación.

Estuvo allí dos días, y la noche última que se fue a despedir dél le tuvo más de tres horas sentado tratando de diferentes cosas, y mandó al que cuidaba dél que previniese caballos para el siguiente día y le acompañasen diez y seis millas, hasta un lugar llamado Ciento, donde estuvo poco, pero muy regalado, y despidiendo la guía siguió el camino de Roma, por Nuestra Señora de Loreto y Bolonia, donde no paró ni a dar cartas al cardenal Ludovico ni al cardenal Espada que estaba allí.

Envió por capitan á Gonzalo de Mendoza, con órden de que si la encontrase en Santa Catalina, cargase de arroz, mandioca y los demas bastimentos que le pareciere. Pidió Gonzalo de Mendoza al capitan 7 soldados, de quien se pudiese fiar, y eligió 6 españoles, y á mi y otros 20 que nos acompañasen.

Palabra del Dia

creolina

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