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Actualizado: 19 de mayo de 2025


La edad de piedra fue al empezar a vivir, que los hombres andaban errantes huyendo de los animales, y vivían hoy acá y mañana allá, y no sabían que eran buenos de comer los frutos de la tierra.

Y llegó el día esperado; y la marquesa recogió su tesoro del escondite de Madrid, y le trasladó al otro escondite que le tenía preparado en Francia. Y al guardián de allí, casi los mismos encarecimientos y advertencias que al guardián de acá.

Buscando por ahí, buscando por acá, no se hallaban otros talleres que los de litografía. Miquis tomó con empeño el asunto, y habló al cuñado de Matías Alonso, un tal Juan Bou, que se había establecido recientemente, y tenía, entre otras cualidades, la de ser muy severo con sus oficiales.

Repetimos que la primera edición de este libro se hizo el año 1873. No pocas cosas de lo propuesto en este capítulo se han puesto en práctica en Filipinas de entonces acá.

Además, vuecencia me dijo le recordase que tenía que decirme algo acerca de la señora condesa de Lemos. En efecto, me importa saber uno por uno los pasos que da doña Catalina. Puedo deciros, señor, que cuando yo venía para acá, entraba vuestra hija en las Descalzas Reales. Nada tiene eso de extraño.

Ya no que ideas puedan tener los Lusitanos para haber tardado los años de la vida de un hombre en resolverse á decirnos que vendrán; y despues que lo han dicho, temo que ha de pasar el siglo presente sin que parescan por acá.

Que ningún otro, acá abajo, herede esta visión de mi espíritu, de esos pensamientos que a cada instante quisiera dominar y que se extienden como un hechizo sobre mi alma. Porque, al fin, esa brillante esperanza y ese tiempo liviano se han ido, y mi reposo terrestre, me ha dejado, él también, con un suspiro, al pasar.

Y el maestro dice: Azorín, todo es perecedero acá en la tierra, y la belleza es tan contingente y deleznable como todo... Cuando las generaciones nuevas tratan de destruir los nombres antiguos, «consagrados», se estremecen de horror los viejos. Y no hay nada definitivo: los viejos hicieron sus consagraciones: ¿qué razón hay para que las acepten los jóvenes?

A este punto llegaba entonces don Quijote en su tan lastimero razonamiento, cuando la hija de la ventera le comenzó a cecear y a decirle: -Señor mío, lléguese acá la vuestra merced si es servido.

Pues cátalo ahí exclamó triunfante el tío Merlín. ¿Á qué santo ese hombre nos ha de regalar un reló, sin más acá ni más allá? El concejo se quedó tamañito bajo tan contundente argumento. De manera dijo el alcalde, que nos convendrá decir á ese señor que se guarde el regalo para engatusar á otros tontos.... No, señor: «á la zorra candilazo», que dijo el otro replicó el tío Merlín.

Palabra del Dia

ciencuenta

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