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Actualizado: 8 de junio de 2025


¡Pero si no tienes nada que hacer, Melchor!, y aunque tuvieras, vente con nosotros y te vuelves después. Ahora no puedo, yo por qué lo digo. ¡Te inventas quehaceres, Melchor! Piensa que en tu casa están abatidos por tu conducta... que tu padre está enfermo... que Clota tiene derecho a exigirte que vayas... no puedes proceder así con esa niña. Ni ella tampoco conmigo.

No en el día en que los españoles estamos harto abatidos, sino en los momentos ó en los siglos en que preponderábamos en el mundo, se le ocurrió á ningún español, que tuviera séquito y que valiera algo, el considerarse de una raza superior á las demás razas humanas, y el despreciarlas y humillarlas.

Contentas ambas, aunque la de Thiers tenía los espíritus algo abatidos por no poder ir a baños, pasaban ratos deliciosos hablando de modas.

Este animoso oficial, despreciando los temores, y con la experiencia de su profesion, levantó aquellos espíritus abatidos, echó mano de las milicias, y ordenó las cosas de manera que dificultasen el proyecto del rebelde: á que contribuyeron mucho los caciques de Tinta y Chicheros, Rozas y Pumacagua, cuya lealtad y la de los Chuquiguancas, brilló como un astro luminoso en medio de la negra oscuridad de la rebelion, ofreciendo en obsequio de su fidelidad el digno sacrificio de algunas vidas de los de sus familias y todas las haciendas que poseian.

Por algo a modo de violenta reacción espiritual, hay momentos en que para no estar abatidos nos ensoberbecemos más de lo justo, ponderamos el mérito de nuestros hombres y de nuestras cosas de los tiempos pasados, y hasta llegamos a hacer la apoteosis, o al menos los más superlativos encomios, ya de esto, ya de aquello de los tiempos presentes.

Todos abatidos, todos apocados, ¡menos él! «Esto de arruinarse decía papá, tiene sus ventajas: ahora contaremos los amigos; ahora sabré si la fortuna se me entregó por capricho o porque supe merecerlaVolvimos a ser relativamente ricos.

Por eso adopté un temperamento anodino que ni alcanzó a levantar sus abatidos ánimos, ni siquiera a disfrazarle los aprietos en que me puso con su pregunta. Todo ello repuso el buen señor, tratando de hacer un pinito de cháchara que no le salía bien , es decir por decir.

De la calle de Santa Fe a la de Entre Ríos, de ésta a la de Suipacha, donde vivía don Raimundo, de aquí otra vez a la de Santa Fe, y por último, ya encendidos los faroles, a su casa, cuerpo y espíritu abatidos por la fatiga y el poco éxito, pues no encontró lo que buscaba, ni logró ver a nadie: en la puerta, tropezó con don Pablo Aquiles, que llegaba. Miráronse. ¿Nada? preguntó don Pablo.

... Ayer me dijeron lo que había pasado por la mañana en tu casa. Los dos guardaron silencio. Se habían arrimado á la paredilla, el uno al lado del otro. Demetria arrancó un retoño verde de la zarza y lo deshizo entre los dedos con la mirada fija en el suelo. Nolo con los ojos abatidos igualmente daba golpecitos con su nudoso garrote sobre las piedras del camino.

Poco a poco van saliendo, abatidos unos, mohinos otros, preocupados todos; en el pórtico, que hormiguea, se detienen algunos para dar la última puntada de un negocio o comentar los incidentes de la jornada, mientras los demás se alejan, encorvados bajo la pesadumbre del presente y la inquietud del porvenir; los tílburis se mueven y uno a uno se desprenden de la acera.

Palabra del Dia

rigoleto

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