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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Estos dos órdenes de ideas están separados por un abismo que solo se puede salvar procurando la aproximacion con el uso simultáneo de unas y otras.
Más trabajo le había costado congregar allí a los enconados vecinos de la villa, que tomar un reducto a los carlistas en la acción de Guardamino. No cesaba en toda la noche de andar, mejor dicho, de arrastrarse de un lado a otro, expidiendo órdenes a los criados, al conserje, a la orquesta.
Llenóse la casa de ruido, de tilinteo de cascabeles, de cadencia de uñas de perros sobre los pisos de madera, de voces sonoras y de órdenes para tener en punto al amanecer todos los arreos de caza.
Los señores del pueblo se apresuran a visitar al forastero y a ponerse a sus órdenes; y así lo hicieron con D. Gregorio los principales magnates o próceres de Villafría. Claro está que la visita, aunque por cortesía se haga, no es menester que se encierre dentro de los límites de la mera cortesía.
Creo que le hubieran obedecido, a no haberse elevado en aquel preciso momento súbito y lejano rumor, como de gritos y golpes dados al lado opuesto del castillo. El corazón me saltó en el pecho. Era sin duda mi gente, que por fortuna desobedecía mis órdenes y venía en mi busca. Las voces continuaban, pero la atención de todos los presentes se fijó por entonces en una aparición inesperada.
A sus órdenes estoy, mi querido doctor; aunque se presagian mayores desastres en la Bolsa, quiero ver si me rehago de alguna manera, y pensaba quedarme hasta fines de mes... Pero, mucho pulso, amigo... y a propósito: esto que le ha sucedido a usted, me recuerda aquel cuento... Y aquí el cuento.
Su casa, junto a Santiago del Arrabal, estaba curiosamente alhajada. Años atrás, solía reunir en ella a sus amigos en animados banquetes, ennoblecidos por el encanto de la música, según el uso de Italia; pero, últimamente, una extraña tristeza, un desapego de todos los halagos del mundo, un creciente anhelo de terminar su vida en las órdenes, le iban ganando el corazón y el cerebro.
La tercera división, enviada al amanecer desde Andújar por Castaños en seguimiento de Dupont, había llegado, y al enemigo se anunciaba con disparos de pólvora seca. Aterrado con este nuevo refuerzo, que aniquilaría los restos del ejército si Vedel al armisticio no se sometía, Dupont dió enérgicas órdenes para que cesara el fuego de la división recién venida de Guarromán, y el fuego cesó.
Sin embargo, tal como le representó Velázquez parece el rayo de la guerra. En Julio de 1638 Condé puso sitio a Fuenterrabía embistiéndola por mar bajo sus órdenes el arzobispo de Burdeos: defendiose bravamente la plaza más con tan poca gente, que no podía ser larga la resistencia ni evitable la entrada.
¡Queda lejos! ¿No quiere ir más bien a tomar un mate con don Casiano?... Así estos señores conocerán algo bueno... ¡Viera cómo se ha puesto la Pampita! ¡Cómo no! ¡vamos! A lo de don Casiano... ¡ché, Hipólito! Este, que se encontraba en su puesto esperando órdenes, volvió la cabeza y preguntó: ¿Aquí a la casa? No, a la chacra... están en la chacra...
Palabra del Dia
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