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La sufragista, por el hecho de serlo, no es antagónica a los deberes de la familia, antes bien comprende que el bienestar de la familia es el fundamento del bienestar de la sociedad, y tiene conciencia de que las miserias y vicios sociales afectan a la familia y ella puede y debe acudir a remediar con el hombre esas miserias y esos vicios.

Insistís en que la mujer, según el plan divino, es para el hogar y el hombre para la sociedad y en eso consiste la verdadera división del trabajo entre las dos mitades del género humano. ¿Me quereis decir por qué, si eso fuera el plan de Dios, todas las religiones y todas las escuelas de moral coinciden en prescribir el deber al prójimo, el amor a los semejantes? ¿Se ha dirigido el Señor sólo al hombre y no a la mujer también cuando entre temblores de tierra y llamas resplandecientes entregó el mundo las tablas del Decálogo y dijo: "Ama a tu prójimo como a mismo"? ¿Se refiere al hombre y no a la mujer inclusive aquel precepto universal, contenido de toda moral y de toda religión, que dice: "Haz a tu prójimo lo que quieras que hagan contigo"? Estos preceptos me indican que el hombre y la mujer tienen deberes para con los demás, tienen deberes para con sus semejantes y que no deben concentrar su felicidad en el hogar sino también, fuera de él, en la sociedad. ¿Me quereis decir si el hogar puede ser feliz entretanto que la sociedad no lo sea, puesto que la sociedad es nada más que la ampliación y la suma de todos los hogares, y todas las miserias y males de la sociedad repercuten en el hogar de la misma manera que la felicidad y el bienestar del hogar influyen en el bienestar y felicidad de la sociedad?

En todos esos casos la mujer se instruye y obtiene mejor conocimiento del mundo y de la vida. No se considera como un ser extraño a la sociedad y al gobierno y no se mostrará por tanto ajena e indiferente a sus miserias y progresos.

Quisiera, para terminar, citar algunos extractos, pertinentes a este asunto, de un discurso que pronuncié en una velada celebrada en el Opera House y dedicado a Rizal por varios colegios de señoritas en 1913: Se ha creído que la mujer debe reducir toda su esfera de acción al hogar a la vida doméstica, ser absolutamente la gloria y el encanto de su esposo y de sus hijos; y no es así, pues que la mujer tanto como el hombre, nace en la sociedad y vive dentro de ella, y no puede, no debe ser indiferente a las miserías y las desgracias sociales.

En las sociedades modernas, la mujer participa en la dirección de la caridad pública y en la educación de los niños; ejerce como médica, abogada, literata; forma parte de la legión de la prensa, de muchos empleos públicos y se interesa y coopera en la supresión de los vicios y miserias sociales.