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Menéndez y Pelayo; pero, hablando con franqueza, su Antología hubiera valido más, si en vez de constar de cuatro gruesos tomos hubiera constado sólo de dos, y aun de uno: su Antología se asemeja á los libros proféticos que la Sibila de Cumas vendió á Tarquino el Antiguo.

Lo que es el coburguismo femenino, legitimo, o ilegítimo, sigue hoy como en las primeras edades del mundo, desde Raab y Dalila hasta la gallarda y elegante Cora. Este coburguismo es más disculpable que el masculino. Lope de Vega le disculpaba diciendo: No estaba pobre la feroz Lucrecia, Que, a darle Don Tarquino mil reales, Ella fuera más blanda y menos necia.

Tragedia de La castidad de Lucrecia, agora nuevamente compuesta en metro por Juan Pastor, natural de la villa de Morata, en la cual se introducen las personas siguientes: el rey Tarquino, su hijo Sexto Tarquino, un negro suyo, Colatino duque de Colacia, Lucrecia su mujer, un bobo criado suyo, Hesperio, Lucrecio padre de Lucrecia, Junio Bruto y Publio Valerio parientes de Colatino.

Sexto Tarquino, el forzador de Lucrecia. Amnón, después de deshonrar a Tamar, siente hacia ella tan invencible repugnancia, que la arroja violentamente de su casa. II, Samuel, XIII. Clemencín, Quijote, V, 203. presentalle, regalalle. "Aquello del Paladión de Troya, que fué un caballo de madera que los griegos presentaron a la diosa Palas." Quijote, II, cap. so, soy. Cf. Rouanet, ob. cit.

Primero eran nueve y Tarquino no los quiso comprar; luego la Sibila los redujo á seis, y Tarquino no los compró tampoco; y por último, la Sibila los redujo á tres y pidió por ellos tres veces más de lo que por los nueve había pedido. Tarquino los compró entonces. Y es de suponer que si la Sibila los hubiera reducido á uno solo, Tarquino hubiera dado por él más dinero.

Tarquino tuvo por gusto No esperar tan sola un hora, Y cuando vino la aurora Ya cesaban sus porfías; Pues ¿es bien que tantos días Espere a una labradora? CELIO. Y ¿esperarás también Que te den castigo igual? Tomar ejemplo del mal No es justo, sino del bien. D. TELL. Mal o bien, hoy su desdén, Celio, ha de quedar vencido.

Mas, apenas la hubo visto Ambrosio, cuando, con muestras de ánimo indignado, le dijo: ¿Vienes a ver, por ventura, ¡oh fiero basilisco destas montañas!, si con tu presencia vierten sangre las heridas deste miserable a quien tu crueldad quitó la vida? ¿O vienes a ufanarte en las crueles hazañas de tu condición, o a ver desde esa altura, como otro despiadado Nero, el incendio de su abrasada Roma, o a pisar, arrogante, este desdichado cadáver, como la ingrata hija al de su padre Tarquino?