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El capitalismo: el maldito capitalismo tiene la culpa. El suboficial era socialista. No ocultaba su participación en actos del partido que le habían originado persecuciones y retrasos en su carrera. Pero la Social-Democracia se veía ahora aceptada por el emperador y halagada por los junkers más reaccionarios. Todos eran unos.

Los de abajo, que se consuelan de sus humillaciones con un grosero materialismo, gritan á estas horas: «¡A París! ¡Vamos á beber champañ gratisLa burguesía pietista, capaz de todo por alcanzar un nuevo honor, y la aristocracia que ha dado al mundo los mayores escándalos de los últimos años, gritan igualmente: «¡A ParísParís es la Babilonia del pecado, la ciudad del Moulin Rouge y los restoranes de Montmartre, únicos lugares que ellos conocen... Y mis camaradas de la Social-Democracia también gritan; pero á éstos les han enseñado otro cántico: «¡A Moscou! ¡A Petersburgo! ¡Hay que aplastar la tiranía rusa, peligro de la civilizaciónEl kaiser manejando la tiranía de otro país como un espantajo para su pueblo... ¡qué risa!

Miró á Desnoyers con ferocidad, como si le hiciese responsable de su muerte y de la desgracia de su familia. Durante unos minutos, don Marcelo no reconoció al Blumhardt dulce y familiar de poco antes, dándose cuenta de las transformaciones que la guerra realiza en los hombres. Empezaba el ocaso, cuando un suboficial el mismo de la Social-Democracia llegó corriendo en busca del comandante.