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¿Comprendéis?... Hasta allí Sara vivió halagada secretamente por la admiración que sus aptitudes de artista inspiraron á «monseñor», y pensando: «El cree en mi talento y se acuerda de ». Pero el bondadoso anciano ya había muerto: cerráronse sus ojos á la luz, tinieblas perdurables invadieron su memoria, y de su cerebro huyó con la vida el recuerdo de Sara.

Alicia, al ver que, loco de celos, realizaba un acto absurdo para muchos batiéndose por ella, se sentía indudablemente halagada en su vanidad y le miraba con nuevo interés. «¡Las mujeres! pensó Lubimoff . Hay que conocerlas. Su admiración va instintivamente hacia el fuerte. Nada hay como una brutalidad oportuna para conquistar su afecto.

Los pretendientes cayeron sobre Cristeta como moscas sobre pastel fresco; mas por ninguna de aquellas conquistas se sintió halagada. Cuantos hombres se le acercaban traían imaginado que era cosa de llegar y besar el santo, con tal de echar antes alguna limosna en el cepillo.

Entonces la encargada de vestir y desnudar cómicas, según los casos, no pudo reprimir una exclamación de sorpresa y, haciendo ademán de santiguarse, dijo: ¡Bendito sea Dios! ¡Ay, señorita; mujeres hermosas tengo vistas, pero como usted, ninguna! Cristeta se sintió halagada y su pudor murió a manos de su vanidad.

En este momento entró Celestina con una bandeja cargada de pasteles de perfumes variados, e interrumpió a la Roubinet. Suplico a usted que espere un poco dije a la oradora. Déjeme servir el , pues sentiría mucho no oír a usted. Vaya usted, vaya, Magdalena respondió la Roubinet muy halagada por mi petición.

Esta mujer le fascinaba de tal suerte que se mostraba confuso, ruborizado, sin saber qué decir ni hacer. Los compañeros, que lo sabían, mirábanle con disimulo y enviaban sonrisas y guiños a la joven, la cual adoptaba un continente protector, maternal, con él. Se reía como los demás de aquella extraña y furiosa pasión; pero en el fondo se sentía halagada por ella.

Lerma no logró, pues, nunca saber á lo que debía atenerse á ciencia cierta respecto á la reina. La duquesa creía verlo todo, y halagada de una parte por los favores del favorito, y de otra por el cariño traidor de la reina, vivía tranquila y feliz, salvo algunos disgustos inherentes á su posición, inevitables.

A don Fermín le asustó la impresión que le produjo, más que las palabras, el gesto de Ana; sintió un agradecimiento dulcísimo, un calor en las entrañas completamente nuevo; ya no se trataba allí de la vanidad suavemente halagada, sino de unas fibras del corazón que no sabía él cómo sonaban. «¡Qué diablos es estopensó De Pas; y entonces precisamente fue cuando se encontró con los ojos de don Álvaro; fue una mirada que se convirtió, al chocar, en un desafío; una mirada de esas que dan bofetadas; nadie lo notó más que ellos y la Regenta.

La Sagrario de otra época, con sus ilusiones de ser una gran señora, halagada por las palabras de jóvenes apuestos vestidos de colores como pájaros vistosos, no se hubiera fijado en un vagabundo envejecido por la miseria, feo y enfermo. Nos conocemos porque somos desgraciados. La miseria nos permite ver nuestras almas; en plena dicha jamás nos hubiéramos tropezado.

Una mañana, doña Luisa, en vez de entrar en la iglesia de la plaza Víctor Hugo, siguió adelante hasta la rue de la Pompe, halagada por la idea de ver el estudio. Le pareció que con esto iba á ponerse en contacto con su hijo. Era un placer nuevo, más intenso que contemplar su fotografía ó leer su última carta. Esperaba encontrar á Argensola, el amigo de los buenos consejos.