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Cuál fuese después en las Indias, no me parece lo podré declarar mejor ni con prueba más cierta y convincente, que con el universal sentir de toda esta provincia, que le acomodó aquellas palabras copiossisime Sanctus, con que San Agustín epilogó las virtudes de su grande amigo San Paulino, fundado este concepto tan alto en el grande celo, humildad profundísima, ardientísima caridad, trabajos apostólicos, desprecio de mismo y de su vida y otras heroicas virtudes, que conservó invariablemente en el largo espacio de cuarenta y uno ó cuarenta y dos años que aquí gastó en servicio de Dios y provecho de las almas.

Si nos come delante de algunas damas, tenemos traza para rascarnos en público sin que se vea; si es en el muslo, contamos que vimos un soldado atravesado desde tal parte a tal parte, y señalamos con las manos aquellas que nos comen, rascándonos en vez de enseñarlas. Si es en la iglesia, y come en el pecho, nos damos sanctus aunque sea al introibo.

Y contaba cómo se había curado de una indigestion mojándose el ombligo con el agua bendita al mismo tiempo que rezaba el Sanctus Deus, y recomendaba el remedio á los presentes cuando padezcan disenterías ó ventosidades ó reine la peste, solo que entonces deben rezar en español: Santo Dios Santo fuerte Santo inmortal Líbranos señor de la peste Y de todo mal.

En todos los días, aunque la misa sea rezada, asiste la música y cantan en el coro los kiries, la gloria, credo y sanctus, y todo lo que cantarían siendo la misa cantada, y les tambores tocan y hacen el mismo estrépito que en los días festivos.

El santo príncipe D. Fernando, infante de Portugal, murió en Fez, cautivo entre los moros, el 5 de junio del año del Señor 1443. Infimæ servituti Sanctus adjudicatur. Regium equile mundare cogitur. Opus facit in hortis regiis. De lytro frustra agitur cum Mauro. Cœlesti visu ad mortem confirmatur Sanctus. Pie moritur Sanctus Infans. Sanctum corpus exenteratur. De muro urbis corpus suspenditur.

Al salir la misa lo anuncian los indios en la puerta de la iglesia, del umbral para adentro, con toque de cajas y trompetas, para lo que nunca faltan seis u ocho en esta ocupación, causando tal estrépito que aturden a cuantos hay en la iglesia, repitiendo lo mismo al tiempo del evangelio, al Sanctus, a la elevación de hostia y cáliz, a la segunda elevación y al último evangelio.