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El rapaz que está prisionero es el más descomedido e insolente de los rapaces. Me sorprendió al pasar yo sola por la galería, me requebró con desenvoltura, me asió luego entre sus brazos, y a pesar de mi resistencia y de mis gritos, me dio muchos besos. No cuántos, porque me los dio tan de prisa que no tuve tiempo para contarlos.

Por toda contestación se llevó el dedo a los labios, diciéndome con fingido enojo: Cargante, ¿no tenías tiempo de desirme esas guasitas cuando estuviéramos solos? No pude contenerme. Me acerqué más a ella y la estreché fuertemente contra mi corazón. Una tosecilla seca de Isabel, cuya figura tapaba la puerta, nos avisó de que nos veía y que juzgaba aquello un poco descomedido.

Ya no quiso separarse de la dueña de la casa, iniciando una conversación aparte, que pareció indignar á Pirovani. Al fin éste se levantó de su silla, necesitando protestar de tan descomedido acaparamiento, y dijo á Robledo: ¡Ha visto usted cómo viene vestido ese muerto de hambre!... No habían terminado aún las sorpresas de aquella noche: faltaba la más extraordinaria.

Azara tuvo que luchar contra las mismas autoridades españolas, que, ó no comprendieron, ò tenian en menos sus representaciones. Esta indiferencia le pareció sospechosa, y acusò de cohecho al Gobernador del Paraguay. Sus relaciones oficiales con este funcionario tomaron desde luego un carácter austero y hasta descomedido, que solo la conciencia de alguna culpa secreta pudo hacer tolerar en un inferior. Débil y circunspecto en las contestaciones, el Gobernador cifrò su venganza en los desaires, que despreciò Azara á pesar de su génio irritable. Solo al cabo de muchos años puso en los apuntes, que comunicó al Señor Walckenaer, para que no lo olvidase en su biografia, que, "preguntando un dia donde estaban las llaves del archivo, le fuè contestado, que se las habia llevado al campo un dependiente del Gobernador." Desde entonces ya no volvió

Y como la desaprobación del público, dado caso de merecerla, habría sido insoportable para el autor, desea éste manifestar que ha releído atentamente las páginas de dicha introducción, con ánimo de suprimir ó alterar todo aquello que pudiera parecer descomedido ó impropio, subsanando, en cuanto le fuera dable, las atrocidades de que se le acusa.

A usted deben quererla todos los que la traten... Al menos por lo que a se refiere, hace poco tiempo que la conozco y ya se me figura que la quiero... Después de decir esto comprendí que era algo descomedido y quedé confuso. Traté de atenuarlo siguiendo: Tiene usted un carácter abierto, campechano, que la hace muy simpática.