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Liette pasaba largamente la inspección y se detenía en los menores detalles, muy orgullosa de aquel guapo oficial que era su hijo de elección. Hoy, que no necesitas atenerte a la ordenanza, quiero hacerte un regalo le dijo.
Luego no quieres atenerte a la medicina ni al dictamen de entendidos físicos, sino que te entregas a la superstición.
¡No es eso, no es eso! exclamó D. Carlos con impaciencia, herido por el tono irónico de aquellas palabras. Respecto al cariño que nos tenemos, demasiado sabes á qué atenerte. Pero por encima del cariño hay otra cosa mucho más importante para mí, que es la honra. Dí el amor propio. Bien, pues el amor propio.
¡Muchas gracias! repuse yo. Espérate. Aquí tienes que quedarte durante un año; no conoces a nadie y es conveniente que, en caso de necesidad, puedas dirigirte a alguien; pero te voy a contar la historia de Hortensia para que sepas a qué atenerte. ¡Demonio! Tiene historia. Tú verás. Hortensia es vizcaína, de un pueblo próximo a Bilbao. Su padre era un contramaestre a quien llamaban el Griego.
Palabra del Dia
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