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19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué sea esta nueva doctrina que dices? 20 Porque pones en nuestros oídos unas nuevas cosas, queremos pues saber qué quiere ser esto. 22 Estando pues Pablo en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo os veo como más superticiosos;

Grave era la cuestión que Currita había sometido el día antes a sus despabiladas luces, y digna de sujetarse al arbitraje de un areópago de elegantes, como Domiciano sujetó en otro tiempo a las discusiones del Senado la salsa en que había de guisarse un rodaballo.

El interior vale mucho mas que el exterior, pues el Palacio que sirve de Areópago á la nacion inglesa, no solo es inmenso y complicado, sino que tiene notables riquezas de valor artístico y lujo de decoraciones. Ese palacio es digno del pueblo inglés, aunque en mi opinion sus legisladores debian haber sido mas modestos en tanto que hubiese en el seno del país miserias que curar y prevenir.

Esto mismo propuso al Congreso tan luego como dió principio á sus sesiones, ampliando sus antiguas ideas con la formacion de cierto poder moral que llamó Areópago.

Se está organizando un paseo al Salto, de ambos sexos. ¿Quién lo da? ¿Saben la descrestada de Fulano?... Una bolsa, un círculo literario, un areópago, una coteríe, un salón de solterones, una coulisse de teatro, un forum, toda la actividad de Bogotá en un centenar de metros cuadrados: tal es el Altozano.

Faltándole todos estos requisitos, es decir, siendo un ser incompleto, puede contar por seguro cualquiera que responda á tales condiciones negativas, que será proclamado como hombre positivo por el Areópago de los hombres sérios.

Enamorado yo de sus escritos, deslumbrada mi juventud por aquel vuelo de cóndores de su prosa soberana, entré a aquel Areópago con el pensamiento en las nubes y el corazón en los labios. Eran días tétricos para los colombianos residentes en New York, días en que un desdichado compatriota, al frente de un puesto distinguido, había llevado a sus gavetas joyas que no eran suyas.

Ninguna tiene valor para deslizarse ante el imponente areópago. La otra noche le propuse por medio de intérprete a una de esas rubias que pasásemos juntos ante los «pingüinos», creyendo enorgullecerla con este sacrificio y que me lo gratificase después. Pero la pobrecita casi palideció de miedo: «Nein... nein», como si le hubiese propuesto echarnos de cabeza al mar.