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El pobre mozo del bar, amigo Ojeda, ese rubio con bigotes a lo kaiser, se movía incesantemente de una mesa a otra, descorchando botellas de champán, llenando copas, recogiendo del suelo vidrios rotos. Al principio estaban por grupos: a un lado los sudamericanos, al otro los yanquis y los ingleses, más allá los alemanes, pretendiendo cada uno sobrepujar al vecino en generosidad.

Todas las cantantes saben esa lengua; es para ellas indispensable; pero eso se aprende en veinte lecciones. En todo caso, no es ni inglesa ni americana. Mis yanquis de San Francisco me lo dijeron. Si lo sabes, amigo mío, ¿por qué me lo preguntas? Para saber si lo ignoras.

La vegetación. El manzanillo. Cabras y yanquis. La fiebre. Barranquilla. La "brisa". La atmósfera enervante. El fatal retardo. Preparativos. El río Magdalena. Su navegación. Regaderos y chorros. Los "champanes". Cómo se navegaba, en el pasado. El "Antioquía". "Jupiter dementat..." Los vapores del Magdalena. La voluntad. Cómo se come y cómo se bebe. Los bogas del Magdalena. Samarios y Cartageneros.

Reaccioné recordando el deber de estudiar de cerca el Canal de Panamá para informar a quien correspondía, y seguí adelante. Una sola calle habitable; a cada dos pasos, un bar-room americano, los mostradores de estaño, las llaves de cerveza, botellas, vasos de toda forma, manojos de canutos pajizos y la lista interminable de las bebidas heladas inventadas por los yanquis.

Son yanquis, pero son hombres. Las obras de ante, maravillosas; High Bridge recuerda los trabajos romanos y el puente suspendido de Brooklyn parece una fantasía de cuento árabe. El cementerio de Brooklyn es la necrópolis más lujosa que he visto en mi vida. No vale el de Pisa como arte, ni los muertos surgen a vuestro paso con todo su cortejo de gloria como en el Père-Lachaise.

Uno de los establecimientos más característicamente yanquis que he visto, es el opulento bar-room llamado Hoffmann House y situado frente a Madisson Square. Se me ha asegurado que su propietario pasó diez años en una penitenciaría por haber dado muerte a un hombre en un momento de celos. Tiempo tuvo para madurar su idea, que en realidad le salió excelente.

¡Pues vaya con el indecente! exclamó Leopoldina Pastor hecha una furia . Para esos yanquis farsantes, igual da Figueras que Fernando el Católico, y lo mismo representa una corona que un gorro de algodón. Cotton is King!... ¡Monísimo!... ¡Y pensar que hace tres semanas bailábamos todas en su casa!... ¡Vamos! Si después de todo, resulta que cuando se trata de divertirse perdemos todas la vergüenza.

Estaba allí cuando te presentaste con tus dos yanquis. Puedes figurarte que no me prisa á mostrarme.