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Actualizado: 1 de junio de 2025


El Vizconde tuvo el buen gusto de acomodarse a las circunstancias e hizo bien el papel de confidente y amigo. Así el coloquio duró aún más de una hora. Rafaela volvió a hablar de su pena, de su aspiración no cumplida de amor verdadero y de la desesperanza que de este amor tenía, celebrando y llorando a la vez por ello la partida de Juan Maury.

De sobra conoces , mi querido Vizconde, la propensión didáctica que he tenido siempre.

Elena que era propensa a ellos, como una niña de pocos años, pronto se halló en su centro dejando pasar al través de sus ojos y su boca aquella infantil, inagotable alegría que formaba su principal encanto. Antes que hubiesen terminado de comer llegó el vizconde de las Llanas, el cual, por ciertos signos indubitables, pronto hizo comprender a Elena que era el amante de Enriqueta Atienza.

En esotra casa más arriba está durmiendo un mentiroso con una notable pesadilla, porque sueña que dice verdad. Allí un vizconde, entre sueños, está muy vano porque ha regateado la excelencia a un grande.

Me va a recibir con risa. Va a soltar una sonora carcajada al ver mi inquietud. Es evidente... ella me ha enviado el libro para que yo acuda a la cita algunas horas antes... impaciente de verme... deseosa de que pasemos todo el día en amor y compaña. Fueron, no obstante, inútiles todos estos discursos del Vizconde. No consiguió tranquilizarse.

Mi coche está ahí. Iremos juntos. ¿Adonde nos dirigimos? Telefonaremos a las señoras, que vendrán a reunirse con nosotros, y así se conocerán mejor. Dicho y hecho; el vizconde y el señor Ocervo suben a la misma limosina; todo el mundo está locamente alegre, menos el chauffeur del vizconde, que no comprende nada de esto.

Entre no echar de menos a una persona y olvidarla por completo hay una enorme distancia. Si el Vizconde de Goivoformoso hubiera seguido siempre en Río de Janeiro, todo en torno de él, no sólo le hubiera recordado a Rafaela, si no le hubiera hecho desear su presencia y lamentar la falta de su trato y de su vista.

Claro está que el Vizconde de Goivoformoso, aunque sólo fuera por su posición diplomática, podía aspirar a más honda penetración en París y a trato más íntimo con las varias aristocracias indígenas; pero, como recién llegado, empezó por visitar y frecuentar los círculos hispano-americano, español, portugués y brasileño.

En cuanto a los pies, no se ven, pero se sospechan; en cuanto al cabello, la Magdalena se lo envidiaría. Estoy impaciente por ver y oír ese portento exclamó con exaltación el vizconde, el cual siempre estaba, como lo indicaba su nombre, montado medio tono más alto que todos los demás vizcondes . Preparemos los anteojos y entremos. Entre tanto el joven embozado había desaparecido.

¡Don Fernando y doña Brianda, primeros duques de Sandoval!... ¡El vizconde Guy de la Ferronière, embajador de S. M. el rey Francisco I ante S. M. el emperador Carlos V!... ¡Doña Inés, condesa de Targes y Cabeza de Vaca!... ¡El duque de Sandoval y de Araya!...

Palabra del Dia

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