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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Reincorporóse y redújose el renegado con la Iglesia, y, de miembro podrido, volvió limpio y sano con la penitencia y el arrepentimiento. De allí a dos días trató el visorrey con don Antonio qué modo tendrían para que Ana Félix y su padre quedasen en España, pareciéndoles no ser de inconveniente alguno que quedasen en ella hija tan cristiana y padre, al parecer, tan bien intencionado.

Metieron todos manos á las espadas, y llegaron allí luego el Visorrey y otros muchos. El soldado se desapareció por la mucha gente que había, y se fué á salvar en una casa donde estaba bien secreto si no le vendieran.

Prendieron á D. Berenguel, General de las galeras de Sicilia, con D. Juan de Cardona, su yerno. Estos se perdieron por hacer lo que debían en seguir al General. Prendieron á D. Gastón de la Cerda, hijo del Visorrey de Sicilia, y al Obispo de Mallorca, y D. Fadrique de Cardona, y el Maestre de campo Aldana y otros muchos caballeros y Capitanes. Salvóse Juan Andrea en una fragata.

Madeja muy revuelta era sin cuenda, Y el cabo no se halla, aunque se busca, Que todos andan hechos chacorrusca. El Visorrey se con los Oidores A San Francisco, y hacen el Audiencia En toldos, que aposentos los mejores Tuvieron muy menor la resistencia.

Fray Parisote, Maestre de los Caballeros de San Juan, codicioso de adelantar y ennoblecer su religión, como buen administrador della, teniendo siempre ante los ojos la perdición de Trípol, con deseo de recobrarle, aunque no se había perdido en su tiempo que él gobernaba, sino en el del Maestre pasado, ansí por enmendar el daño que los turcos habían fecho en cosas de la Religión, como por el mal y desasosiego que daban á Malta los cosarios que en Trípol se recelaban, viendo la paz y hermandad que de nuevo había entre los Reyes de España y Francia, parecióle oportunidad para anteponer la impresa, comunicándolo primero con el Duque de Medinaceli, que al presente estaba en el gobierno de Sicilia, porque á él como Visorrey de aquel reino tocaba ser General de la impresa cuando se hobiese de hacer.

El visorrey consintió en todo lo propuesto, pero don Gregorio, sabiendo lo que pasaba, dijo que en ninguna manera podía ni quería dejar a doña Ana Félix; pero, teniendo intención de ver a sus padres, y de dar traza de volver por ella, vino en el decretado concierto. Quedóse Ana Félix con la mujer de don Antonio, y Ricote en casa del visorrey.

Todo esto oyeron el visorrey y don Antonio, con otros muchos que allí estaban, y oyeron asimismo que don Quijote respondió que como no le pidiese cosa que fuese en perjuicio de Dulcinea, todo lo demás cumpliría como caballero puntual y verdadero. Hecha esta confesión, volvió las riendas el de la Blanca Luna, y, haciendo mesura con la cabeza al visorrey, a medio galope se entró en la ciudad.

Mandó el visorrey a don Antonio que fuese tras él, y que en todas maneras supiese quién era. Levantaron a don Quijote, descubriéronle el rostro y halláronle sin color y trasudando. Rocinante, de puro malparado, no se pudo mover por entonces.

Viendo esto Andrea de Gonzaga, envió una fragata á dar aviso al Visorrey de lo que pasaba y de la poca gente que había, porque, sin los muertos, se huían cada día muchos soldados y marineros, tanto que había muchas naves que no podían navegar por falta dellos. Pasaron veinticinco días que no tuvimos aviso de las galeras ni se supo dónde estaban.

El Visorrey, vista la orden de S. M., avisó al Maestre para que toviese en orden las galeras y gente que había de servir en la jornada, y por su parte entendió en buscar dinero para las provisiones que eran menester, y para pagar los soldados españoles de la isla, que se les debían catorce pagas, y para hacer de nuevo gente envió á Caldes, caballero de la Orden de Santiago, á Nápoles, á demandar la gente y artillería que le habían de dar.

Palabra del Dia

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