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Actualizado: 3 de junio de 2025
En un libro, poco notable, titulado Nociones acerca de la historia del teatro, por D. Ramón de Valladares y Saavedra, Madrid, 1848, pág. 88, se indica que el jardín de Doña Elvira estaba en donde se halla hoy la iglesia de los Venerables.
Sin embargo, lo que con más frecuencia se veía á la entrada del edificio, si era en verano, ó en las habitaciones interiores, si era en invierno, ó reinaba mal tiempo, era una hilera de venerables figuras sentadas en sillones del tiempo antiguo cuyas patas posteriores estaban reclinadas contra la pared.
Cuando fijo la vista en los restos de obras tan antiguas y venerables; cuando las veo en un estado de degradacion, ó por hablar con mas exactitud, de destruccion; no puedo menos de esclamar apesadumbrado. ¡Será posible que por un descuido vergonzoso hayan de sepultarse en la nada estos monumentos!
No estamos tal insistió Glocester, que no quería en presencia de don Fermín sostener su tesis de la escasa religiosidad de la Regenta. Tuvo habilidad para llevar la disputa al terreno filosófico, y de allí al teológico, que fue como echarle agua al fuego. Aquellas venerables dignidades profesaban a la sagrada ciencia un respeto singular, que consistía en no querer hablar nunca de cosas altas.
El octogenario empleado del resguardo, que, siento decirlo, murió hace algún tiempo en consecuencia de la coz de un caballo, pues de lo contrario habría vivido de seguro eternamente, así como todos los demás venerables personajes que se sentaban junto con él en la Aduana, se han convertido para mí en sombras: imágenes de rostros arrugados y cabezas blancas en canas, con quienes mi fantasía se ocupó algún tiempo y que ya ha arrojado á lo lejos para siempre.
Se aproximaban la cinco, hora en que debía de comenzar la función. D.ª Fredesvinda apretó con sus manos venerables los brazos del sillón, a inclinándose un poco para hablar, reinó silencio en la estancia.
La historia es relativamente moderna; pues, según mi amigo, todavía han de descubrirse leyendas e historias en lengua proto-ibérica, más antiguas y venerables que el poema egipcio de Pentaur sobre una hazaña de Sesóstris o Ransés II, y que los poemas hallados por nuestro conocido el diplomático Sr.
Paseando por los alrededores del Cenobio y admirando los vergeles que le circundaban, estuvieron Morsamor y su gente hasta que pasaron las horas del Recordatorio y volvieron al Cenobio los señores ancianos. Cosa de encanto les pareció el verlos venir. Con pausa solemne venían en dos hileras, como dos centenares de venerables viejos, vestidos de largas, flotantes y cándidas vestiduras.
Y luego una voz perturbada murmuró: ¿El señor Teodoro? ¿El señor Teodoro, del Ministerio de la Gobernación? Me levanté lentamente sobre mi cama, y, respondí bostezando: ¡Soy yo, caballero! El individuo inclinó el espinazo, como a presencia del Rey Bobo se arquean los cortesanos. Era pequeño y gordo: venerables lentes de oro relucían en su faz bonachona, que parecía la personificación del Orden.
A pesar de la amenidad de tales conversaciones, el grupo de venerables ancianos, con los que sólo había un joven y éste calvo, prefería al más grato palique el silencio; y a él se consagraba principalmente aquella especie de siesta que dormían despiertos. Casi siempre callaban.
Palabra del Dia
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