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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Su madre quiso que siguiese viviendo en la casa de huéspedes: un sabio como él no podía estar en un casuchón de las afueras, entre albañiles, obreros de la villa y vagabundos. ¡Qué dirían sus amigos!... La pobre mujer, al sobrevenir el derrumbamiento de sus ilusiones con la muerte de la protectora, se aferraba más tenaz que antes a la gloria de su hijo, al deseo de que éste saliese para siempre del círculo de miseria en que había nacido.
Estos vagabundos se mantenían de sus versos, y en plena vida rural, llevaban la existencia independiente de fiera miseria y alegre parasitismo de los artistas de la bohemia en las grandes ciudades. Aresti admiraba la sencilla fe de aquel pueblo niño que reía las gracias de los versolaris y admiraba sus chistes inocentes, incapaces de producir la más leve impresión en un hombre de la ciudad.
Era un monumento casi en ruinas, un convento de melodrama, lúgubre y misterioso, en cuyos claustros acampaban vagabundos y mendigos. Para entrar en él era preciso atravesar el cementerio de los frailes, con sus fosas removidas por las raíces de las plantas silvestres, que sacaban los huesos a flor de tierra.
Todos los caminos estaban cerrados para él; iba como si el mundo se hubiese despoblado de pronto. Toda la nieve que abarcaban sus ojos la llevaba en el alma. En la Puerta del Sol vio una hornilla enorme llena de fuego, y en torno de ella un tropel de golfos, de vagabundos, que se calentaban las manos, pataleando al mismo tiempo para reanimar sus pies entumecidos.
Y Joselillo pasaba a otra casa, seguro de la cobranza, pues aunque aquella gente se retrasase en el pago, acababa siempre por satisfacer sus deudas. Eran vagabundos que apenas comenzaba el verano hacían la vida errante de feria en feria, y por esto mismo necesitaban tener su techo seguro para cuando llegasen los fríos.
Estando en esto, entró un muchacho corriendo y desalentado, y dijo: El alguacil de los vagabundos viene encaminado a esta casa; pero no trae consigo gurullada. Nadie se alborote dijo Monipodio ; que es amigo y nunca viene por nuestro daño. Sosiéguense; que yo le saldré a hablar.
No podía dudarse que era hija de los heimatshlos errantes y vagabundos, aunque no fuese tan salvaje como ellos. Hullin se lo perdonaba todo: comprendía su carácter, y muchas veces le decía riendo: Mi querida Luisa, con las provisiones que nos traes esas gavillas de hermosas flores y de espigas doradas nos moriríamos de hambre en tres días.
Al ver al torero en las inmediaciones de la plaza se aproximaron a él algunos individuos astrosos, parásitos del circo, vagabundos que dormían de limosna en las cuadras, sustentándose con la caridad de los aficionados y las sobras de los que comían en las tabernas inmediatas.
Palabra del Dia
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