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Actualizado: 13 de mayo de 2025
El Boletín de Comercio, y La Estrella, La Revista y La Abeja las metáforas de Martínez de la Rosa y las interpelaciones del conde de las Navas, todo se funde en uno dentro del cesto de la trapera.
El joven se encolerizó al pensar en la misteriosa fortuna de la avarienta trapera. El era su nieto, y sufría hambre teniendo derecho a una parte del tesoro oculto. Sintiose de pronto animado por una firme resolución. Iría a visitar a la Mariposa, aprovechando la ausencia de Zaratustra.
Maltrana hizo un movimiento de impaciencia. ¿Qué tenía que ver su pobre madre en lo de ahora?... ¿Quería ayudarle, sí o no?... La vieja siguió gimoteando, sin contestar, y el joven púsose de pie con ademán resuelto. Adiós, abuela. Quédese usted con lo suyo. Ya sé lo que debo hacer. Pero antes de que volviese la espalda, la trapera se abalanzó a él. ¡Isidrín... hijo mío... quédate!
Había querido convertirse en madrileña: la daba vergüenza ser trapera. Así había pasado su vida, rabiando como una condenada.
Era un insocial: se ahogaba dentro de la villa, le repugnaban las calles con sus aglomeraciones de personas marchando en la misma dirección. Acabó casándose con la hija de una trapera, y abandonó su oficio para abrazar el de su mujer. Pero apenas si fue con el carro a Madrid.
La trapera, por tanto, con otra educación sería un excelente periodista y un buen traductor de Scribe; su clase de talento es la misma: buscar, husmear, hacer propio lo hallado; solamente mal aplicado: he ahí la diferencia.
Su mujer estaba en el cementerio; y al hablar de ella humedecíanse sus ojos, por el recuerdo, sin duda, de las palizas que la había dado. Ahora tenía con él a la Borracha, la trapera más sucia y mal trabajadora que existía desde Bellasvistas a Fuencarral. Un dragón con faldas, señores; él no se avergonzaba de confesar su cobardía.
Preguntó a los traperos y le contestaron que no la conocían. Fue al Ayuntamiento y sólo constaban allí el nombre y el número de Amparo como trapera. Amparo empezó a hacérseme una dificultad: indudablemente a fin de mes, la señora Adela vendría en busca de su asignación; pero yo no quería esperar aquel plazo. Habían pasado quince días desde mi aventura. Era por la mañana y Mauricio entró alegre.
Hace catorce años la encontré en la calle. ¿Y sus padres no la reclamaron? No. Pero si usted no es su madre, al menos la ha criado usted. Por lo mismo quiero que sea feliz, dijo la trapera con su duro acento, que me causaba una sensación fría, punzante, indefinible. ¿Y para que sea feliz la vende usted?
Palabra del Dia
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