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Facundo, solicitado, entró con un gran número de acciones, que pagó con el Colegio de Jesuítas, que se hizo adjudicar en pago de sus sueldos de general. Una comisión de accionistas de Buenos Aires vino a La Rioja para realizar esta empresa, y desde luego manifestó su deseo de ser presentada a Quiroga, cuyo nombre misterioso y terrorífico empezaba a resonar por todas partes.

La joven, viendo a todas horas a estas gentes de aspecto terrorífico y costumbres pacíficas, ya no las tuvo miedo. Las mujeres, por su parte, en fuerza de contemplarla junto a la ventana trabajando en los corsés, acabaron por sentir admiración.

Pecado no dijo ni oyó más; sacó de la cintura una navajilla, cortaplumas o cosa parecida, un pedazo de acero que hasta entonces había sido juguete, y con él atacó a Zarapicos. Del golpe, el infeliz chiquillo cayó seco. ¡Hombres ya! Silencio terrorífico. Los muchachos todos se quedaron yertos de miedo. Al principio no comprendían la realidad abominable del hecho.

El Gobierno intima orden de salir para Atiles a los presos que pueblan las cárceles; las madres y las esposas saben lo que significa Atiles, y unas primero, otras después, logran reunir las sumas pedidas para hacer volver a sus deudos del camino que conduce a la guarida del tigre. Así, Quiroga gobierna a San Juan con sólo su nombre terrorífico.

Gillespie vió jabalíes de erizado pelaje y ciervos de complicadas y altísimas astamentas, que parecían datar de los tiempos en que cazaban los emperadores. Estas bestias de terrorífico aspecto hacían temblar de emoción al profesor Flimnap, á pesar de que las contemplaba desde una altura prodigiosa.

Entre las mil mojigangas ridículas de que tantas veces se había reído en las logias, destacábase entonces en su imaginación algo terrorífico, algo amenazador, que tomaba forma sensible en aquella palabra misteriosa que siempre había pronunciado riendo y recordaba ahora temblando: ¡Neckan! ¡Venganza!... Preciso era obrar con prudencia y reflexionar, y pesar, y medir, y decidir sin tardanza...

La viuda de Villanera ofrecía un aspecto terrorífico. Aquella mujer alta, negra, sucia y despeinada, no lloraba más que su hijo, pero en sus grandes y azorados ojos se leía un poema de dolor. No hablaba con nadie, no veía a nadie y dejaba que sus huéspedes se hiciesen ellos mismos los honores de la casa.

El Miserere de Eslava esparcía sus alegres melodías italianas en este ambiente terrorífico de sombra y misterio.

¡Chico, quién te tose ahora!... le dijo el de los caracoles, la palabra dulce, el mirar terrorífico . Y es preciso que me des pronto una razón: ¿me cedes o no me cedes tu negocio? ¡Buena se puso mi mujer cuando le propuse no trabajar más! Creí que me mordía y que me sacaba los ojos.

Bien pronto la harpía individual fue una harpía colectiva, un monstruo horripilante que ocupaba media calle y tenía cuatrocientas manos para amenazar y doscientas bocas para decir: ¡Cosas malas en el agua! Quien no piensa nunca, acepta con júbilo el pensamiento extraño, mayormente si es un pensamiento grande por lo terrorífico, nuevo por lo absurdo. Aquel día habían ocurrido muchas defunciones.