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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Porque mientras más amigas, más formalidad. ¿Usted me da un interés de dos por ciento al mes? ¿Usted añade al pagaré los seiscientos reales aquellos?... Porque una cosa es la amistad, amiga mía, y el negocio... Yo creo que usted no se ofenderá...». No hay para qué añadir que la Tellería dijo a todo que sí con expresiones sinceras y ardorosas.
En la ciudad llamábanla todos por el cariñoso y popular nombre de doña Tula; pero Rosalía jamás le apeaba el título, y todo era: «condesa esto, condesa lo otro y lo de más allá». Esta bondadosa y noble señora era hermana de la condesa de Tellería y de Alejandro Sánchez Botín, que ha sido diputado tantas veces y ha figurado ya en media docena de partidos.
Perdió bruscamente la afición a aquellas furiosas broncas oratorias por un más o un menos en cualquier punto de Filosofía o de Historia; empezó a creer ridículos los sofocones que se había tomado por probar que en las civilizaciones de Oriente el poder de las castas sacerdotales era un poquito más ilimitado que el de los reyes, contra la opinión de Gustavito Tellería, el cual sostenía, dando puñetazos sobre la mesa, que lo era un poquitín menos.
D. Francisco iba a estas reuniones con su mujer; pero últimamente se sentía tan fatigado que Rosalía tuvo que ir sola con Paquito. En Mayo, la proximidad de los exámenes obligaba al discreto joven a no desamparar sus estudios, y entonces acompañaba a su mamá hasta el portal de la casa de Tellería, volviéndose a la suya y a la fatiga de sus libros.
Las distracciones e incongruencias de la de Tellería podían traducirse así: «querida amiga, llame usted a otra puerta». ¿A qué puerta?, ¿a la de Cándida?
Palabra del Dia
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